Pero
un día al despertarme supe que, aunque no la olvidaría, le había
dicho al fin adiós. Ese día volví a ser yo de nuevo. Pero me dejó
una inexpugnable barrera contra el amor. No volví creer a ciegas en
el amor. Quise a distancia, a tiempo definido; dispuesto a irme a la
menor señal de duda.
No he vuelto a dejar que nadie entre en mi vida
y haga lo que quiera con mis sentimientos. Soy un hombre solo,
irremediablemente solo. Claro que río, quiero, gozo, bailo, nado,
coqueteo, hago el amor, pero cada día y cada noche un yo que sólo
yo conozco hace guardia en mi vida para huir conmigo en el momento
que me sienta vulnerable frente al amor. A veces siento que una parte
de mí está muerta para siempre.
Sé
que no se deja nunca de amar a quien se ha amado de verdad, que queda
una llama pequeña esperando a ese día incierto o imposible que por
alguna razón los enamorados se reencuentren y vuelvan a incendiar lo
que les queda del mundo.
Por
otro lado, siento que sólo sobrevive el cariño, el agradecimiento a
quien nos dio todo en un momento de su vida. Que eso que se cree amor
es sólo ternura por haber sido felices.
Después
del adiós nada vuelve. El río de la vida continúa, nos arrastra.
Para la vida no existe el ayer, sólo el presente.
Por una vez, y sin que sirva de precedente, estoy de acuerdo contigo en todo.
ResponderEliminarSaludicos