Nos
prometimos que iríamos a Lugano. Que caminaríamos tomados de la
mano. En cada esquina nos abrazaríamos y besaríamos una y otra vez.
Nos sentaríamos a cenar al aire libre y luego iríamos a bailar. Al
fin, bailar uno en brazos del otro, mirándonos a los ojos. Nos
diríamos las mil palabras de amor que llevamos guardando para ese
momento. Caminaríamos despacio a orillas del lago para sentir el
alma de los dos. Nos prometimos hacer el amor cada noche mirando el
lago y las luces reflejándose en el agua, con el canto de los
grillos en el balcón y el aire tibio rodeando nuestros cuerpos.
Subiríamos a Arogno para ver el lago a nuestros pies y almorzar un
fondue de queso. Nos prometimos que pasaríamos
los días más felices de nuestra vida.
No sé si aún es posible, pero en mi memoria llevo esos días maravillosos de tus veintisiete años que fueron los mejores de nuestra vida. Nunca fuimos tan audaces, locos y felices. Fue perfecto.
No sé si aún es posible, pero en mi memoria llevo esos días maravillosos de tus veintisiete años que fueron los mejores de nuestra vida. Nunca fuimos tan audaces, locos y felices. Fue perfecto.
Aún
no hemos ido a Lugano, pero en el sueño del otro, tú a orillas del
Garda y yo a orillas del Rin, hemos ido y sido felices varias veces.