martes, 26 de noviembre de 2019

Lugano, el ayer y el amor



Nos prometimos que iríamos a Lugano. Que caminaríamos tomados de la mano. En cada esquina nos abrazaríamos y besaríamos una y otra vez. Nos sentaríamos a cenar al aire libre y luego iríamos a bailar. Al fin, bailar uno en brazos del otro, mirándonos a los ojos. Nos diríamos las mil palabras de amor que llevamos guardando para ese momento. Caminaríamos despacio a orillas del lago para sentir el alma de los dos. Nos prometimos hacer el amor cada noche mirando el lago y las luces reflejándose en el agua, con el canto de los grillos en el balcón y el aire tibio rodeando nuestros cuerpos. Subiríamos a Arogno para ver el lago a nuestros pies y almorzar un fondue de queso. Nos prometimos que pasaríamos los días más felices de nuestra vida. 

No sé si aún es posible, pero en mi memoria llevo esos días maravillosos de tus veintisiete años que fueron los mejores de nuestra vida. Nunca fuimos tan audaces, locos y felices. Fue perfecto.

Aún no hemos ido a Lugano, pero en el sueño del otro, tú a orillas del Garda y yo a orillas del Rin, hemos ido y sido felices varias veces.