„Extraño
tu respiración tranquila de cuando dormías a mi lado. Me hace falta
levantarme temprano, preparar un café y tomármelo frente a la
ventana viendo cómo despierta la ciudad sobre la Sabana mientras
espero impaciente y feliz a que tú abras los ojos“.
Me
lo dice así sin más mientras tomamos un Glühwein en una caseta del
Weihnachtsmarkt detrás de la catedral de Colonia. Sus ojos verdes me
miran traviesos. Mi sangre se acelera. Sonrío y la tomo por la
cintura, la acerco a mí y le doy un beso en su cabeza. No decimos
nada. Los dos estamos pensando lo mismo: qué tarde para decirlo. He
llegado tantas veces tarde a las cosas importantes de la vida. Nos
quedamos así un instante largo mientras cae la nieve suave y
constante sobre nosotros.
Laura
ha llegado a Colonia por la mañana. Desde el hotel me ha llamado
para que nos encontremos en la tarde en el Weihnachtsmarkt. En
navidad es mejor no ir en carro a Colonia. Los parqueaderos siempre
están llenos. Así que me voy en tren. El RegionalExpress que para
en Bruehl y en varias estaciones de Colonia antes de llegar a la
estación central que está a los pies de la catedral. En media hora
estoy en la ciudad sin tener que preocuparme por el carro. Me encanta
montar en tren. Es el medio de transporte más delicioso para alguien
como yo que le gusta disfrutar de no hacer nada.
En
el tren mientras miro el paisaje rural entre Bonn y Colonia, vuelvo
atrás a los días perdidos de la juventud cuando Laura y yo
caminábamos Bogotá de arriba a abajo cogidos de la mano,
enamorados, besándonos sin importarnos nadie. Íbamos al centro a
ver los museos, por las noches a teatro o a la ópera. Después
salíamos y entrábamos de un bar al otro y tomábamos algo mientras
nuestros ojos y manos se adoraban. Aunque a mí no me gusta el
alcohol, pedía cualquier cosa y una cocacola. Sólo me importaba
mirarme en los ojos verdes de Laura. Le gustaba bailar y bailábamos
amacizados toda la noche. Me encantaba que su perfume sólo lo podía
oler si acercaba mi cara a su cuello. Me hundía en él. Era el
cielo.
Pero
el amor que vive del pasado no es ya amor, es sólo recuerdo, dolor
acumulado, pienso mientras la abrazo. A veces siento que esos abrazos
nuestros son una manera de aferrarnos a los sueños, a lo que nunca
fuimos o seremos. Una manera de no decirle adiós a esos que fuimos
cuando todo era posible.
„Tu
futuro es hoy. Tienes cincuenta y siete años. No puedes dejar nada
para mañana. Hoy es tu futuro. Tienes que vivir ahora. No te
engañes. El mañana es de los jóvenes. Tú sólo tienes el
presente. Piensa en ti. La felicidad está a la mano. Búscala a tu
alrededor. No hay felicidad a miles de kilómetros.“
Sabía
que me iba a dar un sermón. Por el teléfono ya lo había advertido.
Ella viene porque me quiere y protege. Viene a decirme un par de
verdades que no quiero oír. Y no las quiero escuchar, porque ya las
sé y las estoy ocultando.
„Tú
que dices que Alemania es el país donde más mujeres guapas hay por
kilómetro cuadrado, tiene que haber una para ti, que te quiera como
eres, que pueda vivir contigo, que sea tu compañera, que te acompañe
a esas mil cosas que siempre has querido hacer y que al fin puedes.
Tus hijos ya están grandes y nada ni nadie te impide hacer tu vida,
intentar ser feliz. Imagínate una mujer con la que puedas salir
cogidos de la mano o abrazarla o besarla en la calle sin que
sientas miedo. Deja tus amores imposibles para otra vida.“
Directo
y al corazón. Laura no tiene piedad cuando quiere decir su verdad.
En este caso es la realidad. El cielo está gris y nieva. Suave y
continuo veo como su pelo se cubre de motas blancas de cristal. Tiene
la bufanda verde que tanto me gusta y que contrasta con su ropa casi
siempre negra. Me dice que es para disimular un par de kilos de más.
Pero yo la veo estupenda como siempre. El Weihnachtsmarkt está lleno
de gente ruidosa y en movimiento. Me encanta el ambiente navideño de
las ciudades alemanas. A nuestro alrededor se oyen las
conversaciones, las risas, el ruido de la gente al pisar charcos de
agua helada o la nieve derretida. Poco a poco se está oscureciendo.
La luz de colores de las casetas y del alumbrado público son como
grillos que iluminian la tarde casi noche.
„Deja
de soñar y vive. Quiérete, por favor, quiérete.“ Me dice al oído
con esa mirada cómplice que tiene para dar énfasis a las cosas que
le son importantes. Conozco cada gesto suyo, cada cambio de la voz,
de la mímica o la forma en que me coge la mano. Son muchos años que
nos hemos querido.
"No
te digo que no te quiera, pero ella ya escogió su vida. Tú eres su
sueño, él es su vida. Sin lugar a dudas eres el amor de su vida,
pero él es el hombre de su vida.
Ella
está con él, no contigo. Ella se desayuna, charla, se ríe, se
abraza, vive y se duerme con él, no contigo. Ella vive con él. Él
es su vida, no tú.“
Lo
sé. Pero me duele que me lo diga. Es un dolor que nace del estómago
y sube al pecho quitándome el aire. Suspiro profundo y miro a lo
lejos, a la nada. Soy experto en esos amores con mujeres que sueñan
y viven vidas paralelas. Soy un iluso a pesar de la experiencia. Una
y otra vez he caído en el mismo círculo de los amores imposibles.
No aprendo. Lo sé.
„Siempre
habrá una buena razón para no verte. Ella visita, sale y se
divierte con sus amigos, pero contigo nunca puede.
Deja
de soñar. Ella ya escogió su vida. Y no eres tú. No serás tú.“
Me
ve que voy a decir algo y agrega dejándome con la palabra en la
boca:
„Sí,
claro que te quiere, que te ama, pero no vive contigo. En ningún
momento lo ha pensado de verdad. Lo sueña, porque todos necesitamos
soñar para sobrevivir el día a día. Lo sueña, porque eres un
sueño para ella. Un escape de la monotonía.“
Ya
no quiero ni tengo nada que decir. ¿Qué
puedo decir en defensa de ese amor que yo mismo sé que nunca será?.
Nada.
Pagamos
el Glühwein y nos vamos caminando por entre las miles de personas
que van y vienen por la zona peatonal que desemboca a la plaza de la
catedral. Vamos despacio entre la multitud. No hablamos, porque con
tanta gente no se puede tener una conversación seria. Yo voy
ensimismado en la realidad que me está pintando Laura. No me gusta
nada. Ni siquiera me pongo furioso. No vale la pena. Me pregunta si
entramos a un restaurante. Nos cruzamos en el camino de la gente para
poder entrar a un restaurante amplio y lleno casi hasta el tope.
Afortunadamente el camarero nos encuentra una mesa para dos cerca a
la ventana que da a la zona peatonal. Ideal para charlar. Sé que
Laura me va a seguir diciendo cosas. Así que después de pedir dos
Coca Colas y una ensalada, espero que ella retome la conversación.
„Quiérela.
No te digo que la dejes. Pero también quiérete. Encuentra una que
sí pueda dormir cada noche contigo, que desayune contigo y que se
abrace a ti cuando en la noche hace frío.
¿Cuánto
llevas detrás de tu amor imposible? Mucho, demasiado tiempo". Me
mira y sonríe. Me coge la mano y sigue hablando.
„Y ¿qué
ha pasado? Nada. No va a suceder nada. Los sueños no se vuelven
realidad. Despierta que la vida se va y no vuelve. Encuentra ya una
mujer que se arriesgue a ser feliz contigo. Eso es siempre lo que me
dices que quieres. Hazlo. Qué te quiera tanto como para compartir
sueños, pan y cama contigo. Una mujer de carne y hueso, no virtual,
que te quiera, hable contigo cada día y a todas horas.“
„Arriésgate
a a ser tú, a quererte. Deja la pendejada para otra vida.“
Me
besa y se ríe.
„Perdona
lo mandona, pero no me gusta verte sufrir. No mereces la tristeza. Te
quiero demasiado como para callarme. Así que tienes que soportar mis
órdenes y consejos.“
Las
gaseosas no las hemos probado. Pero tengo sed y me tomo un largo
trago de cococola con un ligero sabor a limón. Está fría y
burbujea en la boca.
„El
mundo no se acaba cuando se termina una relación. La vida continúa.
La gente no es para siempre. Recuerda lo que tanto dices: nacemos,
vivimos y morimos solos. Que nadie te complique la vida sin
necesidad. No nacemos para sufrir, nacemos para vivir.
Ya
es hora de que te goces la vida. Deja atrás el ayer. Vive hoy y vive
lo posible, no para lo imposible.
Te
quiero. Eres el hombre que más he querido. Perdóname por no haberme
quedado contigo hace tantas vidas“
„No
hay nada qué perdonar. Eres como eres y te acepté y acepto como
eres.“ respondo desde el fondo de mi tristeza. No tristeza por
ella, sino por mí, por los sueños que he condenado a no volverse
realidad. También furia por sentirme así, por no ponerme en el
lugar de ella, que no tiene por qué pedirme perdón por tener una
vida propia y plena. No veo la realidad. Estoy en mi mente. En ese
universo en el que vivo casi todo el tiempo. Esa otra realidad mía
que prefiero a la realidad de los otros. Laura me está mirando con
una sonrisa grave. Vuelvo a ella, a nosotros, a esta Colonia
navideña. Se oye el concierto para violín orquesta opus 61 de
Beethoven.
-¿Todo
bien, lindo?- me pregunta con su mano apretando la mía. Cuántas
veces he oído esa misma pregunta de sus labios. Siempre en momentos
en que nada estaba bien para mí. O todo estaba bien, menos el amor.
Alzo
los ojos, la miro y suspiro. No digo nada. ¿Qué podría decir?
Si amo a esa mujer y no me interesa otra. Si lo único que quiero es
estar entre sus brazos y sus sueños.
La
noche nos duele a los dos. Nos deja exhaustos. Ella ha venido a estar
conmigo, porque sabe que estoy triste. Y yo sé que ella tiene razón,
pero a mi amor eso lo tiene sin cuidado, porque sólo piensa en ella,
la ausente.
„Escríbeme
con tu puño y letra el poema que sabes que más me gusta.“ Me dice
mientras clava esos ojos verdes que todo lo logran. Me arranca de mis
pensamientos que me persiguen y que cuestionan ese amor imposible. Me
río y saca de su cartera Speedy de Louis Vuitton una libreta de
cuero sin estrenar y me la da.
Escribo
en la segunda página de su libreta ese poema que tanto ama:
No
basta con saber
que
me quieres.
Necesito
que lo escribas
beso
a beso
sobre
mi piel.
Me
repite que ella siempre ha pensado que lo escribí pensando en ella.
Sólo sonrío y escribo mi nombre bajo el poema. La miro sabiendo que
por un tiempo largo no nos veremos. Ella mete la libreta en su bolso.
Más
tarde, después de recorrer el Weihnachtsmarkt, entrar a un par de
almacenes, visitar de nuevo el Museo Romano y la catedral, la
acompaño a la estación central que está a los pies del Dom a que
tome el Thalys que la lleva de regreso a París. Ha sido una tarde y
noche larga y para mí con sabor amargo.
Al
despedirnos nos miramos un largo rato, nos besamos y nos abrazamos
con esa fuerza de los que no saben cuándo se volverán a ver.
El
amor es igual a la relación de un poeta con su poesía. Mientras
nace, crece y se va escribiendo la poesía es un continuo ser cada
vez menos uno y más el poema. Llega un momento en que uno no es sin
el poema. El poema lo es todo para uno. Sólo el poema y el poeta
existen. Se han enamorado el uno del otro. Los dos saben que si en el
otro no son. Sienten que su destino es estar siempre juntos. Creen
que no habrá otro poema ni otro poeta que iguale esa atracción
total de los dos. Pero llega el día en que el poema se publica y a
los lectores les gusta. Los atrae y y se sienten dueños de él. Sin
darse cuenta el poema deja de ser del poeta y se vuelve de los
lectores. Aunque poema y poeta
saben que el uno sigue siendo para el otro, la realidad los ha
desbordado y ya no hay tiempo para que los dos estén uno en frente
del otro como era antes. Ahora la realidad manda y los mantiene
separados y los irá alejando día a día, lector a lector.
Así
el amor es al comienzo una relación perfecta de dos. Los dos saben
que no hay nada fuera del amor que se profesan, de la pasión que
sienten, del deseo que crece por sus cuerpos sin cesar. Pero llega el
día en que la realidad los aleja, los devuelve a su propia
monotonía, a su diario vivir y ya no hay manera de volver a ser lo
que una vez fueron.
Ya
de regreso a Bonn, en el tren lleno de trabajadores que regresan a
casa, pienso mientras miro las luces que pasan a lo lejos, que de
todos mis amores sólo la tristeza deja todo por estar conmigo.