Nunca
seré famoso ni importante. Ni popular ni reconocido en la calle. He
pasado por los años
y me he empapado de ellos. Los he vivido con ganas, con alegría, con
tristeza, con soledad y compañía.
Desde niño
quise vivir en mis propios términos, de la manera que yo creía que
debía vivirse. No siempre lo logré. Un par de veces me traicioné y
no fue buena idea. Aprendí que para bien o para mal solo puedo ser
yo.
Hice
tantas cosas que me hicieron feliz y a veces también hice feliz a
otros. Bailé, reí, monte en cicla, nadé, caminé, corrí, jugué,
recorrí caminos y ciudades, descubrí otros mundos y otras formas de
pensar.
Tuve
años
horribles, dolorosos, que me marcaron para siempre. No faltaron las
decepciones, los fracasos, las derrotas, la amargura y la enfermedad.
Pero también los hubo maravillosos con triunfos, éxitos, dichas y
amor. Rocé el poder y el dinero, caí en la pobreza. Y volví a
surgir.
Viajé
y me fui de Colombia. Me vine a estas tierras a orillas del Rin y
construí de nuevo una vida. Una parte de mí siempre mira hacia
Colombia y la otra mira el presente y el futuro en este país que ya
es parte de mí.
He
vivido lo que me fue dado y he procurado ser leal a mí y a los
demás.
Nunca
seré famoso ni importante. La vida me ha dado y quitado sin
preguntarme jamás, ella es todopoderosa y yo trato de ser y hacer a
mi manera. La vida es una expectativa y una incógnita. Da miedo y
alegría. Duele siempre. Pero este oficio de vivir me gusta.