Ese
yo
que
pronuncia su nombre
aún
vive.
De
tarde en tarde,
a
la sombra de los olivos
ella
imagina
a ese
otro
yo que la piensa.
Y
suspira
por
ese que no olvida
que
ella
lo
salvó de la soledad y el silencio,
ese
que escribe poemas
y
que como ella
también
está solo porque la ama.