Ya
los veo. Es decir, los imagino a cada uno en su reino, su territorio
de monotonía del que no pueden huir. Allí están. Es decir estamos,
porque todos estamos atrapados en la monotonía. Porque la vida no es
un encadenamiento de sucesos únicos e irrepetibles. Porque París es
una fiesta, pero la vida no. Al contrario, es una secuencia de
hechos, ritos y costumbres que se repiten una y otra vez de la mañana
a la noche hora tras hora, día tras día, semana tras semana durante
nuestra vida.
Durante
mi ya larga monotonía me he escondido de ésta en los libros, los
juegos, los sueños y la escritura. Como dicen por ahí, he matado el
tiempo viviendo mil otras vidas en mi mente.
En
el aburrimiento de la repetición he encontrado placer en detener el
tiempo, en captar el instante con fotos. Una manera de hacer que pase
algo donde no pasa nada. Fotografío todo el tiempo. Todo lo que veo,
lo destacado y lo desapercibido, lo grande y lo chiquito, la gente,
las cosas, la naturaleza, todo aquello que me rodea. Esa parte de mí
que sin ser yo es también mi yo, el universo en que soy. Universo
que suele ser pequeño pero lleno de sorpresas y belleza o feura o
tristeza o descuido. Captar el detalle, la efímera realidad con la
dureza o delicadeza de las cosas. Una manera de nostalgía que llevo
dentro porque nunca seré un dios, pero intuyo cielos y olimpos en
todas las cosas.
Les
muestro algunas de las flores y matas de mi cuarto...tan calladas y
bellas compañeras de mi vida. Solo porque estoy aburrido, por
supuesto.