Recuerdo esa tarde en que el sol ya se perdía entre el ruido de los carros y la gente distraída en sus pensamientos caminaba por la Quince de Bogotá, ese instante en que tu
mirada se cruzó con mis sueños. Nadie sabía en ese momento que entre tú y yo se empezaba a tejer el amor.
Fue la primera vez que a los dos se nos aceleró el corazón al mismo tiempo. Ese atardecer seguimos nuestro camino con una sonrisa en la cara sin saber si nos volveríamos a ver o no.
Unos días después, nos volvimos a encontrar. Tú
me hablaste y yo casi no logro decirte nada de los nervios.
Los dos nos reímos por ello.
Recuerdas, amor mío, que una
mirada y una sonrisa fueron suficientes para que en ese lejano julio de
hace 30 años entre tú y yo viviéramos el mejor año de nuestra
vida.
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