lunes, 18 de febrero de 2013

Como la muerte






"Nunca, tampoco,
tanto dolor se amotinó de golpe,
ni tan herida estuvo la esperanza."

Piedad Bonnett


Es como la muerte  separarse de alguien a quien uno ama.

De repente está uno frente a un tiempo vacío que antes llenaba la otra persona. Ahora sólo queda el recuerdo para aferrarse a algo que no lo mate del todo. Un recuerdo avasallador que lo persigue a uno adonde vaya. También están en medio de nuestra vida todas las cosas, instantes, palabras y lugares compartidos. Ellos siguen con uno en el diario vivir. Se atraviesan todo el tiempo, nos acompañan y hasta duermen con uno.

La vida se vuelve una lucha para evitar la presencia de la otra persona. Y la pelea contra los sentimientos que siguen ahí esperando en vano.

Uno se divide entre el todopoderoso yo que era con la otra persona y este nuevo, pequeño y vulnerable yo que trata de seguir adelante sin mirar atrás.

Uno trata de negar a ese uno que hasta ayer era para sobrevivir, para no morir a cada instante, para que no se le escurran las lágrimas delante de los otros.

Y así, sin la esperanza y los sueños de ayer, se levanta uno todos los días y le sonríe a la vida, mientras por dentro se muere.

Y se muere por entender por qué uno y no otro, por qué quería más al otro que a uno.

Y así se muere uno todos los días.

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