Las
palabras viven de lo que presienten, de lo que saben, de lo que
somos, de ese diario pensar y soñar,
de las emociones, del amor; y no mueren así todo se acabe. Las
palabras son eternas. Dejan de ser nuestras para ser de todos, aunque
hablen de nosotros, porque también hablan de los otros.
Tú,
que tanto me amaste, sigues siendo poesía, mi poesía, sigues viva
en esas palabras de amor. La poesía nace con el amor, pero no se
muere con el amor. Es decir, que tú, el amor y yo seguiremos
existiendo siempre en la poesía. Seguirás riendo, besando, amando,
viviendo y tu corazón no dejará de latir en mis palabras, en mi
poesía. Tú, la mujer que tanto amé, seguirás siendo poesía por
donde vayas.
Las
palabras de amor tienen ojos que nos ven, manos que nos acarician,
silencios que nos dicen todo. Las palabras de amor nos seguirán
inventando de nuevo cada vez que alguien lea nuestros poemas.
Ahora
que somos ya pasado, cuando pienso en ti siento de nuevo el amor,
vibro de poesía, te sigo queriendo como sólo los que han conocido
el amor siguen amando siempre.
Pero
cuando hay amor, como el que hubo entre tú y yo, hasta el silencio
entre las palabras es canto, es latido del corazón.
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