Con lluvia o con sol, a cualquier hora del día, sin ti o solo cada día que vivo es único: cada día me sorprende, me abruma, me da todo, no me pide nada a cambio, se entrega a mí minuto a minuto y me llena de experiencias, emociones y conocimientos.
La vida no es buena o mala. La vida es. Me da todo y a veces le agradezco por hacerme feliz y otras, la detesto por sentirme infeliz. Pero aún la tristeza es algo que nadie se debería de perder. Sentir es un regalo de la vida: sentir el frío o el calor, el dolor o el placer, la noche o el día, lo blanco o lo negro, lo triste o lo alegre. Sentir que soy parte de la vida es mi único don y lo único que puedo ofrecer.
Cada
vez más tengo menos que decir. Lo que tenía que contarte ya lo he
escrito. Ahora sólo queda esperar. Dejaré que el verano llueva
sobre mí. Leeré en calma las tardes en que no estás conmigo. No
preguntaré por ti ni voltearé a mirar si ya estás regresando. No
te nombraré. Tú sabes todo de mí: dónde encontrarme, cómo
quererme y cuánto te quiero.
Lo
que tenía que decirte ya de mil maneras lo he escrito. Si no
sentiste que te hablaba a ti, si no suspiraste o quisiste dejar todo
y correr a mí, está bien. Así es la vida y así es como quiero que
sea. No puedo decir nada más.
No
me iré a ningún lado ni estaré esperando por ti (Aunque esté
esperando por ti). Guardaré silencio y seguiré viviendo. Me prometo
que nadie sabrá nunca que te he amado tanto.
Ahora
saldré a vivir como todas las mañanas y veré la poesía de las
cosas que los demás ignoran o evitan. Seguiré descubriendo las
palabras que la vida quiere que yo sepa, que necesita que yo escriba.
Pero,
sobre todo, espero que la vida no olvide que yo vivo porque siempre
estoy a punto de enamorarme aunque esté solo y no sepa aún de
quién. Por eso no te prometo que acepte que me hayas olvidado.
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