lunes, 28 de abril de 2014

Mi encuentro con Isabella de Montfort Parte1



Parte 1

He dejado de luchar contra todo, pienso mientras miro desde el balcón el extenso jardín del edificio donde vivo. El prado verde está perfectamente cuidado y los árboles son grandes y frondosos. Oigo el canto incesante de los pájaros que esconden el murmullo eterno de la ciudad. Ya no peleo contra mi destino, ni contra los que piensan diferente a mí. No quiero lograr nada. Me interesan muchas cosas, pero sólo para mí. 


De esa necesidad de ser conocido, adorado, respetado y tenido en cuenta por los demás me queda poco. En realidad, esos demás del éxito no me interesan. Me interesan mis pensamientos y mi vida. Esa vida tranquila y aburrida que llevo. Mis aventuras son mentales. Mi curiosidad y mi necesidad de expresarme las guardo para mí. 

Pienso y escribo mucho. No puedo parar. Pero lo hago para mí, para satisfacer esta necesidad de conocer, de transformar lo que percibo en otro universo, en mi universo. Mi mundo es tan infinito como el mundo exterior. Hay tanto que tengo que descubrir de mí que se pensaría que no me interesa la vida más allá de la mía. 

La verdad es que la vida me interesa y mucho. La disfruto tal como venga. Siempre y cuando no sea un desastre o una tragedia. A esta altura de mi vida no estoy hecho para ello. Quiero vivir sin pausa y sin angustias. Quiero dejar que la vida llueva sobre mí y de mí broten ideas, sueños y hechos que me transformen, que me permitan conocer a ese desconocido que soy, en el que vivo.


Ahora que me dejo ir por donde la vida me lleva he encontrado personas que me cambian y que me dan de sí tanto y con tanta frecuencia que no puedo más que gozar el instante en que estoy. Así fue que llegó a mí, una vez más ,el amor. De sorpresa como siempre. Y así conocí a Isabel de Montfort el día después de haber comenzado a leer Lolita de Nabukov.

No sé si fue por
designio de los dioses o casualidad que encontré lo que no sabía que estaba buscando. Al buscar algo para leer en la biblioteca me tropecé con el libro Lolita de Nabokov. Abandonado entre otros muchos, allí estaba llamándome para que lo abriera y le echara un vistazo. Al empezar a leerlo me di cuenta de que estaba frente a uno de los más poéticos comienzos de un libro que hubiera leído.


Lolita, luz de mi vida, fuego de mis entrañas. Pecado mío, alma mía. Lo-li-ta: la punta de la lengua emprende un viaje de tres pasos desde el borde del paladar para apoyarse, en el tercero, en el borde de los dientes. Lo. Li. Ta. Era Lo, sencillamente Lo, por la mañana, un metro cuarenta y ocho de estatura con pies descalzos. Era Lola con pantalones. Era Dolly en la escuela. Era Dolores cuando firmaba. Pero en mis brazos era siempre Lolita.” 


Mi diversión, mi oficio, mi pasión son los libros. Me encanta comprarlos, tocarlos, mirarlos, hojearlos, leerlos, tenerlos a la mano. Disfruto sentándome frente al escritorio y voltear a mirar los estantes de la biblioteca con libros de todo tipo. Reconozco que estoy orgulloso del caos que existe, porque así leo y así vivo. No sé si tengo muchos libros o apenas los indispensables. Tampoco importa. No he leído todas las maravillas que existen. Supongo que no me interesa. No necesito posar de culto. Para mí los libros son mi otro yo. Leer es mi oficio y mi placer. Nada más. 

Adentrarme en el pensamiento, las vivencias y los sueños de otros. Leo, porque estaba en mí leer. No hay ningún mérito en ello. No me esfuerzo. No me es difícil y menos aburrido. Aunque haya un montón de libros que no se dejan leer. Y qué fama la que tienen. Sin razón alguna distinta a mi capricho, me olvido de algunos libros que permanecen en la biblioteca sin ser vistos o tocados por años y de pronto por no sé qué razón los encuentro de nuevo y los devoro.


Quien nace lector un día empieza a escribir. Se escribe como una continuación natural de la lectura. La necesidad de leer algo de una forma en que otro no lo ha expresado y que uno quisiera que se pudiera leer de esa nueva forma son la necesidad de escribir de todo buen lector. Algunos lectores no tienen la necesidad de escribir. Otros, sí. Soy de los segundos. Me gusta escribir. Escribir es un placer más en mi vida. He tenido suerte en hacer lo que me gusta. Al menos en parte. Y de la escritura me fascina la poesía. Para mí es la manera de expresar la belleza de lo que somos y lo que pensamos. 


 Un poeta no tiene que escribir cada noche los versos más tristes. Un poeta tiene que vivir hasta las últimas consecuencias el instante, la alegría, el dolor, la duda, el amor y la vida. Lo demás viene incluido. Un poeta sólo tiene que vivir. Los versos más tristes siempre pueden esperar. 

La lectura y la escritura son mi tentación y mi vida.

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