jueves, 17 de julio de 2014

Las cosas sencillas




A mí me gustan las cosas sencillas, cotidianas, casi obvias. Hacen que mi vida sea grata. 

Cuando ya abandonaba la niñez y comenzaba a ir a las primeras fiestas a bailar, y vivía jugando fútbol en la calle con los del barrio, me encantaba esa ceremonia semanal del camión de la CocaCola pitando por todo el barrio, y que paraba frente a la casa y comprábamos una canasta de CocaCola, cuando sólo existía esa botella chiquita y clásica. Me encanta la CocaCola. Eso me condena a que los izquierdistas fundamentalistas me consideren un burgués. 

Y claro que soy un burgués, pero no por tomar Cocacola, sino porque es lo que soy. 

A la vuelta de la esquina, una señora pusó una panadería casera y a las cuatro de la tarde íbamos a comprar los más deliciosos croasanes de que tenga memoria. Un día tuvo que cerrar el negocio, porque un vecino la denunció. Y el periódico que ya amanecía junto a la puertas listo para leerlo era el cielo para este lector empedernido. 

 Ahora,  que ya soy viejo, me sigue encantando comer al desayuno croasanes, salir a caminar en la mañana y disfrutar de los jardines del barrio para mí solo. Bueno, los conejos, las ardillas y los pájaros también los disfrutan conmigo, porque ellos desayunan temprano. Y al regresar sentarme a leer los periódicos en internet. Durante el día leo nueve de ellos: tres alemanes, tres españoles y tres colombianos. Después de la lectura escribo durante cuatro horas.


Me gustan las cosas sencillas, pero tú también y eso lo complica todo.

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