viernes, 9 de mayo de 2014

El viaje interminable








La vida es movimiento. Estamos vivos, porque nos movemos. La vida es el movimiento. La vida es el viaje.

Mis recuerdos son de ir y venir, de jugar, de brincar, de correr, de montar en cicla o patines, de nadar, de caminar, de bailar, de moverme hasta dormido. De ir de un sitio a otro lugar. La curiosidad nos hace mover. Siempre queremos conocer. Conocer es ir a otros lugares.

He conocido muchos lugares, caminado ciudades, me he dejado perder en tantos campos, he subido muriendo de fatiga algunas montañas, he nadado y caminado ríos, he visto, nadado y navegado muchos mares y recorrido la geografía de varios países enamorándome de ellos. Viajar es aprender. Y aprender es comprender. Y comprender es reconocer y aceptar al otro.

El amor ha sido un huracán en mi vida. No ha dejado que yo estuviera quieto nunca. Siempre en busca de alguien que no sé si existe, si es mi imaginación o mi excusa. Alguien que parece inalcanzable. El amor mío ha sido el amor del viajero. He dejando parte de mí en ellas, las inolvidables, las únicas, mis amadas. Es imposible no amarlas a pesar de los años, de la distancia y del silencio. Ellas siguen conmigo, aunque ya no están conmigo.
El amor que me tocó a mí es el amor de los viajeros; de los que no se detienen, de los que son amados porque no son para siempre.
Aún hoy navego rumbo a Ítaca con la esperanza de que un día amanezca en brazos de Penélope.

Mientras estemos vivos, la vida es un viaje interminable.




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