sábado, 21 de junio de 2014

Dolce far niente




Nada mejor que ser parte de la dolce far niente de un largo puente.

Madrugo a desayunar en el balcón viendo cómo la naturaleza se despereza y se llena de vida. Mientras mi esposa y yo oímos entrevistas e informes en la radio y los croasanes calientes se derriten en la boca. El jugo de naranja fresco en la mesa me espera. Disfrutamos de una  charla tranquila. Luego salimos a caminar. Nos gusta dar largas caminadas por el parque de la Rheinaue, a orillas del Rin en dirección a Königswinter o por el Villenviertel de Bad Godesberg con sus mansiones.Luego sentarnos en un Biergarten a tomar una cerveza y comer salchichas y pommes frites. Ver pasar la vida. Estar allí en medio de todo en silencio empapándonos de mundo.

Pasamos las tardes sentados uno cerca al otro leyendo libros. Estoy leyendo un best sellers de esos que me gustaban tanto a los catorce años sobre la Segunda Guerra Mundial „How far the road home“ de Alan Gifford. Un libro, sin más pretensión que entretener, sobre el amor de una joven americana y un prisionero alemán en Estados Unidos que lo único que quiere es que acabe la guerra y regresar a casa.

Soy un negado para los idiomas. Por eso me sorprende una y otra vez el que pueda leer y escuchar alemán como si fuera castellano. Como si fuera mi segunda lengua materna. Para mí es un milagro inexplicable.

Vemos anochecer en el balcón mientras los niños del vecindarion juegan en los jardines, montan en cicla, corren y se mojan con agua. La alegría de la vida hecha gritos, carreras y risas.

Y para la noche preparamos maíz pira para comerlo mientras vemos el Mundial o baílamos por el apartamento al ritmo de los Melodicos o de la Billos Caracas Boys.


Los días son interminables y maravillosos. El mundo parece estar bien y todo en orden. Pero a miles de kilómetros las guerras siguen.

Mientras en este burgués barrio de Bonn la vida está detenida en la felicidad.

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