Tu ausencia me da de
repente; así sin previo aviso. Y duele muchísimo. Es como un
vértigo de dolor que recorre todo mi cuerpo y me grita que me haces
falta, demasiada falta. Tu ausencia me duele tanto que casi me olvido de que no puedo hacer nada para evitarlo. Que no tiene remedio. Soy una
derrota completa cuando tu ausencia me da.
Ya sé que si
volvieras, no serías la tú de antes. Serías otra que lleva en sí
la tristeza y el dolor. Yo acá, también llevo un montón de
tristeza y de dolor. Y tu ausencia que no deja de darme en el
momento menos pensado sin importarle si estoy ocupado o no tengo
tiempo para ella, me deja sin aliento, sin ganas ni de caerme muerto.
Sería capaz, lo sé,
de aceptar lo inaceptable con tal de no sentir esta ausencia tuya. No
me da la gana ser fuerte cuando me siento vencido. Quiero pedir
clemencia, lo que sea con tal de que pare tu ausencia.
Me duele todo el cuerpo
y toda mi alma de ateo con esta ausencia tuya que se devora mi vida
sin cesar.
Porque tu ausencia es
también mi ausencia. Es dejar para siempre atrás lo que fuimos; y
que de alguna manera se aferra a mí a cada instante.
Estoy derrotado una vez
más por tu ausencia. Y no tiene remedio.
Debo sonreír al mundo,
al día y a la noche mientras tu ausencia no me deja ni respirar. Me
estoy ahogando de tristeza en un mar de olvido, y no sé nadar contra
tu ausencia.
Tu ausencia me va a
acompañar durante muchas tristezas. Un nudo de ausencias en mi garganta me ahoga las ganas de vivir.
Está muy bello, es muy cierto.
ResponderEliminarA todos nos duele una o varias ausencias...
ResponderEliminar