viernes, 8 de marzo de 2013

Sólo vale la pena vivir para vivir


"Vivir para vivir.
Sólo vale la pena vivir para vivir.
Para vivir.
Sólo vale la pena vivir para vivir."


Joan Manuel Serrat



Dudo de lo que dicen los demás. No existe la verdad. Existe la realidad. No existe la libertad. Existe la realidad. No existe un dios. Existo yo. Sólo yo. Soy el principio y fin de la existencia. Al menos, de mi existencia. Si no existo, no existe nada. Así que soy lo más valioso que tengo. Soy lo único que poseo. Así que no pierdo el tiempo en lo que no me interesa.

Nada ni nadie nos determina. Somos lo que hacemos. Pero la libertad tampoco existe. Hemos creado un mundo de palabras bonitas que expresan más de lo que somos, más de lo que podemos ser o hacer. La realidad nos asume y nos consume. Somos juzgados por términos abstractos que no significan nada para la realidad. Se nos exigen imposibles, máximas ilógicas e irreales. Somos el resultado de otros que proyectan en nosotros sus propias frustraciones. Nos persiguen con deber ser y no nos quieren dejar ser, que es lo único que podremos hacer en esta vida. Huyo mientras puedo de los otros. Ellos nos hacen la vida imposible. Quieren que hagamos lo que ellos no pueden. Mienten para manipular, para lavar el cerebro. No quieren que sea alguien con criterio propio. Es mejor estar solo a mal acompañado.

Para morir sólo se necesita estar vivo. No vale la pena perder el tiempo con la muerte. Dejemos que cuando llegue nos abrace con fuerza y nos ahogue entre sus brazos lo más rápido posible. La muerte es una compañera de baile para la última pieza, para el baile del adiós. Nada más. Es inútil preocuparse por lo que ha de suceder irremediablemente. La negación de nosotros está en la cara de la muerte. Le tenemos miedo. Ella no siente nada por nosotros. Es el olvido, es lo que ya no será, es el silencio, es la nada. La imagino como una noche oscura donde los ojos nunca logran percibir ni la más tenue luz y de repente se enciende un fósforo para prender un cigarrillo y se ve como alguien aspira una bocanada de humo y luego con un movimiento fuerte de la mano apaga el fósforo. La luz del tabaco quemándose en la punta del cigarrillo se mueve en la oscuridad dejando rastros de luz que se desvanecen y de pronto ese alguien apaga el cigarrillo y quedamos de nuevo en la absoluta negrura de la nada. Así es la vida y su muerte. No importa, salvo a nosotros. Aunque nunca sabremos que estamos muertos. Lo último que intuiremos será nuestra agonía. El mundo no se acabará con nuestra ausencia. El resto de la humanidad se levantará temprano y seguirá viviendo sin siquiera saber que existimos alguna vez. Así que no vale la pena darle vueltas a lo que no tiene solución. Corro mientras puedo, vivo a plenitud o como me da la gana. Lo hago sin dudar, sin pensar en las consecuencias. La única responsabilidad que tengo es conmigo mismo. Soy consecuente conmigo.

Es mejor estar solo a esperar a que los otros sigan conmigo. La vida es lo que haga de ella. No hay destino, ni libre albedrío. Sólo mis acciones cuentan. Eso es la vida. Lo demás es quietud y muerte. 

Cada día al despertarme sé que sólo vale la pena vivir para vivir.
 


No hay comentarios:

Publicar un comentario