"Vivir para vivir.
Sólo vale la pena vivir para vivir.
Para vivir.
Sólo vale la pena vivir para vivir."
Joan Manuel Serrat
Sólo vale la pena vivir para vivir.
Para vivir.
Sólo vale la pena vivir para vivir."
Joan Manuel Serrat
Dudo de lo que dicen los demás. No existe
la verdad. Existe la realidad. No existe la libertad. Existe la
realidad. No existe un dios. Existo yo. Sólo yo. Soy el principio y
fin de la existencia. Al menos, de mi existencia. Si no existo, no
existe nada. Así que soy lo más valioso que tengo. Soy lo único
que poseo. Así que no pierdo el tiempo en lo que no me interesa.
Nada
ni nadie nos determina. Somos lo que hacemos. Pero la libertad
tampoco existe. Hemos creado un mundo de palabras bonitas que
expresan más de lo que somos, más de lo que podemos ser o hacer. La
realidad nos asume y nos consume. Somos juzgados por términos
abstractos que no significan nada para la realidad. Se nos exigen
imposibles, máximas ilógicas e irreales. Somos el resultado de
otros que proyectan en nosotros sus propias frustraciones. Nos
persiguen con deber ser y no nos quieren dejar ser, que es lo único
que podremos hacer en esta vida. Huyo mientras puedo de los otros.
Ellos nos hacen la vida imposible. Quieren que hagamos lo que ellos
no pueden. Mienten para manipular, para lavar el cerebro. No quieren
que sea alguien con criterio propio. Es mejor estar solo a mal
acompañado.
Para
morir sólo se necesita estar vivo. No vale la pena perder el tiempo
con la muerte. Dejemos que cuando llegue nos abrace con fuerza y nos
ahogue entre sus brazos lo más rápido posible. La muerte es una
compañera de baile para la última pieza, para el baile del adiós.
Nada más. Es inútil preocuparse por lo que ha de suceder
irremediablemente. La negación de nosotros está en la cara de la
muerte. Le tenemos miedo. Ella no siente nada por nosotros. Es el
olvido, es lo que ya no será, es el silencio, es la nada. La imagino
como una noche oscura donde los ojos nunca logran percibir ni la más
tenue luz y de repente se enciende un fósforo para prender un
cigarrillo y se ve como alguien aspira una bocanada de humo y luego
con un movimiento fuerte de la mano apaga el fósforo. La luz del
tabaco quemándose en la punta del cigarrillo se mueve en la
oscuridad dejando rastros de luz que se desvanecen y de pronto ese
alguien apaga el cigarrillo y quedamos de nuevo en la absoluta
negrura de la nada. Así es la vida y su muerte. No importa, salvo a
nosotros. Aunque nunca sabremos que estamos muertos. Lo último que
intuiremos será nuestra agonía. El mundo no se acabará con nuestra
ausencia. El resto de la humanidad se levantará temprano y seguirá
viviendo sin siquiera saber que existimos alguna vez. Así que no
vale la pena darle vueltas a lo que no tiene solución. Corro
mientras puedo, vivo a plenitud o como me da la gana. Lo hago sin
dudar, sin pensar en las consecuencias. La única responsabilidad que
tengo es conmigo mismo. Soy consecuente conmigo.
Es
mejor estar solo a esperar a que los otros sigan conmigo. La vida es
lo que haga de ella. No hay destino, ni libre albedrío. Sólo mis
acciones cuentan. Eso es la vida. Lo demás es quietud y muerte.
Cada día al despertarme sé que sólo vale la pena vivir para vivir.
Cada día al despertarme sé que sólo vale la pena vivir para vivir.
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