Hay
días en que mi vida se levanta más temprano que yo. Mientras ella
hace y deshace por la casa, por la ciudad y por las ideas, yo sigo
durmiendo, sigo soñando.
Mi
vida hace cosas que a mí no me apetecen, me aburren y que prefiero
que las haga ella y yo no. Ella está más adaptada a la realidad
que yo. Yo soy caprichoso, subjetivo, perezoso y quisiera estar solo
conmigo a todas horas. Pero a mi vida sí le gusta la gente, salir,
charlar, caminar comer con otros, trabajar y trabajar y trabajar.
Allá ella, lo mío es disfrutar de cada instante mío y no me
preocupo por esas cosas.
A
mi vida le gusta leer y escribir. A mí, también. Por eso cada día
por un par de horas nos sentamos los dos entre libros y periódicos a
leer, comentar y reírnos de las noticias, o devoramos
libros o los dejamos de lado cuando nos aburren. Es curioso, pero al
escribir los dos somos del mismo parecer y nos gustan los mismos
temas. Entre los dos aportamos ideas y puntos de vista que enriquecen
lo que escribimos.
De
resto mi vida y yo llevamos vidas paralelas, pues nuestros intereses
son diferentes.
Mi
vida está pendiente de las personas que los dos queremos. Yo confío
plenamente en que mi vida le dedica lo mejor de sí a esas personas
que han hecho posible con su amor, su tiempo y su generosidad que los
dos vivamos tan bien. Mi vida y yo no seríamos nada sin esas
personas que nos quieren.
A
la hora de dormir, mi vida se acuesta más temprano. A mí me gusta
quedarme a solas, recuperándome de todas las cosas que hace mi vida
por los dos. Mientras ella ya duerme, yo sueño.
Mi
vida y yo - en ello somos iguales- siempre pensamos en ella y a ciertas horas del día nos
reunimos a mirarla y quererla a escondidas.
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