“El
elitismo puede definirse como el principio político que presupone
que la existencia de habilidades desiguales es un hecho
irrefutable.”
Sheldon
S. Wolin (Politólogo, profesor emérito en la Universidad de
Princeton)
La
élite pretende ser el poder por derecho propio. Bajo el lema
propagandístico de ser “los más brillantes y mejores” busca a
través de una supuesta excelencia educativa, que por supuesto sólo
se da según ellos en las escuelas privadas, ser alternativa a las
elecciones, fuente constitucional y social de la autoridad.
La
élite pretende no tener que pasar por la aceptación de una masa
supuestamente emocional e irracionalidad para tener el poder. Ellos
pretenden ser la autoridad por ser ellos y no los demás.
La
élite busca por medio de la continua propaganda de las supuestas
limitaciones de la educación pública frente a los supuestos logros
de la educación privada convencer a la población de que ellos
tienen la autoridad natural para dirigirlos, para decidir sobre la
pobreza y riqueza de ellos.
Cualquier
parecido con la Edad Media y el absurdo argumento de que los reyes lo
eran por mandato divino, no es coincidencia.
La
educación pública es la herramienta natural de una sociedad para
equilibrar la desigualdad y permitir una mayor participación en la
democracia de los ciudadanos. Mientras exista educación pública -es
decir el acceso de los más pobres al conocimiento- existirá
democracia.
La
defensa de la democracia, que es igualdad y bienestar para todos,
frente al elitismo, que es desigualdad y pobreza para muchos, debe
ser función primordial de la educación de los ciudadanos.
Todos
somos iguales en deberes y obligaciones en la democracia. Los
privilegios de la élite son el camino del autoritarismo. Un
retroceso histórico y social.
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