jueves, 28 de junio de 2012

Decidme cómo es un árbol. Memoria de la prisión y la vida.







El poeta comunista Fernando Macarro Castillo (Marcos Ana) puede ser considerado, por el número de años que ininterrumpidamente pasó en prisión, el decano de los presos políticos durante el franquismo. En efecto, republicano vencido en la guerra civil, él mismo testimonia su largo y duro calvario carcelario. Un calvario que se inició en marzo de 1939, cuando “cayó prisionero en Alicante, en manos de los fascistas italianos de la División Littorio, y fue recluido en el campo de concentración de Albatera” y que concluyó veintidós años y siete meses después, cuando la tarde del 17 de noviembre de 1961 fue liberado en el penal de Burgos.

Patio, trocito de cielo, nube perdida y algún pájaro volando constituyen el pequeño mundo, la vida cotidiana del poeta carcelario. Patio, pero no ese patio sevillano donde maduraba el limonero machadiano sino un patio carcelario que constituye para el preso todo un símbolo de los límites del mundo, de los límites de una realidad contemplada a través de los barrotes de la cárcel en la que, sin libertad, se encuentra prisionero. Y precisamente un poema titulado “Mi corazón es patio” es el que Marcos Ana dedica a María Teresa León:


La tierra no es redonda:
es un patio cuadrado
donde los hombres giran
bajo un cielo de estaño.
Soñé que el mundo era
un redondo espectáculo
envuelto por el cielo,
con ciudades y campos
en paz, con trigo y besos,
con ríos, montes y anchos
mares donde navegan
corazones y barcos.
Pero el mundo es un patio.
Un patio donde giran
los hombres sin espacio.
A veces, cuando subo
a mi ventana, palpo
con mis ojos la vida
de luz que voy soñando.
Y entonces digo: “El mundo
es algo más que el patio
y estas losas terribles
donde me voy gastando”.
Y oigo colinas, libres
voces entre los álamos,
la charla azul del río
que ciñe mi caldalso.
Es la vida”, me dicen
los aromos, el canto
rojo de los jilgueros,
la música en el vaso
blanco y azul del día,
la risa de un muchacho.

Pero es soñar despierto.
Mi reja es un costado
De un sueño que da al campo.

Amanezco, y ya todo
-fuera del sueño es
patio:
un patio donde giran
los hombres sin espacio.

¡Hace ya tantos siglos
que nací emparedado,
que me olvidé del mundo,
de cómo canta el árbol,
de la pasión que enciende
el amor en los labios,
de si hay puertas sin llaves
y otras manos sin clavos!

Yo ya creo que todo
-fuera del sueño- es patio.
Un patio bajo un cielo
de fosa, desgarrado,
que acuchillan y acotan
muros y pararrayos.
Ya ni el sueño me lleva
hacia mis libres años.
Ya todo, todo, todo
-hasta el sueño- es patio.
Un patio donde gira
mi corazón, clavado;
mi corazón desnudo;
mi corazón clamando;
mi corazón que tiene
la forma gris de un patio.
Un patio donde giran
los hombres sin descanso.“

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