jueves, 2 de abril de 2020

Habemus corona virus



No sé si será bueno o malo, pero en Alemania todavía se puede salir a la calle a caminar, máximo dos personas de la familia y manteniendo una distancia de dos metros. Y la gente sale. Los buses, el metro, los tranvías y los trenes funcionan como siempre. Están cerrados los restaurantes, aunque pueden hacer domicilios, y los almacenes. Las droguerías, los bancos y las panaderías están abiertas. Una parte de los empleados trabajan desde la casa. Otros tienen Kurzarbeit, una subvención del estado para que las empresas no echen a los trabajadores ( esa medida ya se había aplicado en la crisis económica del 2008 con mucho éxito y por ello la recuperación económica de Alemania fue más rápida que en otros países). El país está semi paralizado. No hay vuelos comerciales.

Ayer, después de una semana larga de semi encierro, salimos a caminar a orillas del Rin. Como los días están estupendos, fue un placer de dioses. Me encanta caminar. Esa costumbre la tengo de papá a quien siempre le ha gustado caminar. Los dos hemos dado muchas largas caminadas. El cielo y el Rin están azules y los árboles en flor. Espectacular. Se podría creer que no estamos en medio de una pandemia.


Pero las noticias y los medios solo hablan del corona virus. Eso también abruma, la verdad. El gobierno informa que después de Pascua y según como
evolucione la epidemia, se pueden aflojar o no las restricciones.
Ya veremos. 


Hago mi vida común y corriente, pero ahora a falta de presencia física, hablamos mucho por whatsapp con mamá y mis hijos.

Estoy leyendo la más corta historia de Alemania de un catedrático británico, James Hawes, con su chispa británica y datos claros y concisos, la historia de la República Federal de Alemania desde su fundación de Manfred Görtemaker. Más denso y complejo. Y Bartleby, el escribiente de Herman Melville, de una colección de literatura fantástica escogida por Jorge Luis Borges, la historia de un empleado que un día se niega a obedecer órdenes. Confieso que soy un lector que me gusta picotear libros. Empiezo a leer, dejo de leerlo y busco otro, empiezo la lectura de un tercer libro y a veces lo sigo leyendo. Otras, no. Y así hasta que un día un libro al fin me seduce y me lo leo de una sentada. Con los de historia siempre es con disciplina.


Y aprovecho para chismosear un poco, que es la sal de la vida, la pareja francesa de al lado, después de no verla por dos semanas, ha salido a caminar con sus hijas. En este edificio viven ingleses, japoneses, checos, una señora alemana, franceses y nosotros, los colombianos. Somos cosmopolitas...que es como decir provinciano en el extranjero hablando otros idiomas.


Bueno, ya no más carreta que quiero oír música o ver una peli en Netflix o asolearme en el balcón.

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