Foto: Laguna de Pedro Palo en Tena ,Cundinamarca
„Fui
a los bosques porque quería vivir deliberadamente; enfrentar solo
los hechos de la vida y ver si podía aprender lo que ella tenía que
enseñar. Quise vivir profundamente y desechar todo aquello que no
fuera vida... Para no darme cuenta, en el momento de morir, que no
había vivido.“
Henry
David Thoreau
Hacía
muchos años,
quizá vidas, que no caminaba en la noche por un bosque. La última
vez que recuerdo fue subiendo a la laguna de Pedro Palo en Tena. Fue
en siete de diciembre cuando estaba en cuarto de bachillerato en el
Colegio Andino. Éramos unos ocho compañeros que decidimos irnos a
pasar el fin de semana a la laguna. Llegamos tarde y tuvimos que
subir caminando por el antiguo Camino Real. En la oscuridad de la
noche nos perdimos y tuvimos que parar y pasar la noche en una ladera
del monte que estaba despejada. Alrededor nuestro se oía el bosque
con sus animales y nuestra risa nerviosa. Estábamos a oscuras,
porque no queríamos desempacar los morrales. A medianoche se
escucharon ruidos y después llamaradas en diferentes sitios cercanos
y en otros montes más lejos. Estábamos muy asustados. Nos reíamos, pero asustados como son los adolescentes: duros por fuera, frágiles por dentro. Los campesinos habían prendido los
fogatas de la noche de la velitas que tan civilizadamente celebramos en
Bogotá. Hasta la mañana encontramos la laguna.
Hacía
muchos años que no recordaba ese hecho perdido de mi adolescencia.
Hoy al caminar por un bosque cercano a Bonn, aprovechando el
inesperado buen clima que hace, recordé ese día en que por unas
horas me perdí en un bosque.
Había
olvidado la sensación de pequeñez que producen la noche y los
grandes árboles y el susto que eriza el oír el ruido de los
animales: sus carreras, sus llamadas, su mirar curioso. La noche
estaba clara y con luna. A lo lejos se veían las luces de Bonn y la
silueta del Rin. Descubrí los muchos tonos que el negro del bosque
nocturno tiene. La tomé de mi mano para sentirme seguro. Caminamos
con unos amigos que conocían el terreno hasta llegar a una cabaña
desde donde estoy escribiendo. La caminada fue larga y dura. Subimos y bajamos y me tropecé más de una vez antes de llegar a nuestro destino a orillas del lago.
Acá pasaremos la noche. Acá volveré
a sentir que es amanecer junto a un lago, el frío de la mañana y el
cansancio de dormir mal, porque cada vez que he acampado o dormido en
un sleeping he pasado noches fatales. Supongo que me somto a ello
para tener anécdotas que contar. Pero no es solo eso, es que ella
está cerca de mí y hoy le tomé la mano y quizá mañana no
tengamos que seguir disimulando que nos queremos.
Jueves, 16 de abril de 2015
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