miércoles, 15 de abril de 2015

Caminar en la noche


Foto: Laguna de Pedro Palo en Tena ,Cundinamarca

Fui a los bosques porque quería vivir deliberadamente; enfrentar solo los hechos de la vida y ver si podía aprender lo que ella tenía que enseñar. Quise vivir profundamente y desechar todo aquello que no fuera vida... Para no darme cuenta, en el momento de morir, que no había vivido.“
Henry David Thoreau


Hacía muchos años, quizá vidas, que no caminaba en la noche por un bosque. La última vez que recuerdo fue subiendo a la laguna de Pedro Palo en Tena. Fue en siete de diciembre cuando estaba en cuarto de bachillerato en el Colegio Andino. Éramos unos ocho compañeros que decidimos irnos a pasar el fin de semana a la laguna. Llegamos tarde y tuvimos que subir caminando por el antiguo Camino Real. En la oscuridad de la noche nos perdimos y tuvimos que parar y pasar la noche en una ladera del monte que estaba despejada. Alrededor nuestro se oía el bosque con sus animales y nuestra risa nerviosa. Estábamos a oscuras, porque no queríamos desempacar los morrales. A medianoche se escucharon ruidos y después llamaradas en diferentes sitios cercanos y en otros montes más lejos. Estábamos muy asustados. Nos reíamos, pero asustados como son los adolescentes: duros por fuera, frágiles por dentro. Los campesinos habían prendido los fogatas de la noche de la velitas que tan civilizadamente celebramos en Bogotá. Hasta la mañana encontramos la laguna.
Hacía muchos años que no recordaba ese hecho perdido de mi adolescencia. Hoy al caminar por un bosque cercano a Bonn, aprovechando el inesperado buen clima que hace, recordé ese día en que por unas horas me perdí en un bosque.

Había olvidado la sensación de pequeñez que producen la noche y los grandes árboles y el susto que eriza el oír el ruido de los animales: sus carreras, sus llamadas, su mirar curioso. La noche estaba clara y con luna. A lo lejos se veían las luces de Bonn y la silueta del Rin. Descubrí los muchos tonos que el negro del bosque nocturno tiene. La tomé de mi mano para sentirme seguro. Caminamos con unos amigos que conocían el terreno hasta llegar a una cabaña desde donde estoy escribiendo. La caminada fue larga y dura. Subimos y bajamos y me tropecé más de una vez antes de llegar a nuestro destino a orillas del lago. 

Acá pasaremos la noche. Acá volveré a sentir que es amanecer junto a un lago, el frío de la mañana y el cansancio de dormir mal, porque cada vez que he acampado o dormido en un sleeping he pasado noches fatales. Supongo que me somto a ello para tener anécdotas que contar. Pero no es solo eso, es que ella está cerca de mí y hoy le tomé la mano y quizá mañana no tengamos que seguir disimulando que nos queremos. 

Jueves, 16 de abril de 2015

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