domingo, 7 de abril de 2013

El último abril





Llega la primavera acobardada. No quiere mirarme a los ojos. Se refugia en el viento frío del este, en la tardía nieve de este abril, en los aguaceros interminables, en la luz que apenas logra pasar las nubes. No quiere ver la ausencia en mi mirada, en este nudo de tristeza que me acompaña.

Un yo que amaba se está muriendo en mí. Le duele a la vida, a los árboles que se aferran al cielo para no caer y a mí, sobretodo, a mí que voy perdiendo a ese otro que amaba. Ese amor se cae a pedazos, me deja en carne viva los sentimientos. Me hundo por los caminos por los que trato de huir de mí para no verme morir así de esa manera: de soledad, de tristeza, de ausencia. No quiero morir, morir de amor una vez más.

Hoy la gente está más sola que nunca mientras camina sin rumbo por las calles en busca de esa vida que no existe, el mundo de las ilusiones. La ciudad está sola con sus edificios, sus plazas, sus casas y sus mil ventanas que no mirab a ninguna parte; la tarde gris está sola buscando un sol que no llega, que no quiere volver; las paredes con cuadros que pinté en otra vida están solas en este apartamento alejado de mi mundo, del mundo que era mío, aunque siga en él. Mis horas, mis risas y mis recuerdos están solos, sin mí, sin nadie que los viva o los escuche o los disfrute. Mientras mi soledad mira sin ganas a través de la ventana la primavera que no se atreve a verme a los ojos para no asustarse de tanta soledad, de tanta tristeza que me velan mientras me muero de mí, de vida, de nostalgia, de ausencia.

Me estoy quedando solo frente a ese yo que se muere desde hace meses, sin querer morirse, aferrado a un hilo de vida que a estas horas de la vida es cada vez más débil, más inútil, más desesperado que nunca. Soy un pobre diablo que mira a un diablo pobre temblar de miedo frente a su propio fin, a su irremediable adiós.

Mi vida, o lo que de ella queda, tiembla de soledad en esta cobarde primavera.

No hay comentarios:

Publicar un comentario