La
luz del repentino relámpago ilumina la noche, la deslumbra. Poco
después el ruido amenazador del trueno se oye a lo lejos. Una y otra
vez la noche deja de ser noche por los rayos que se acercan. Y el eco
del rayo retumba como advertencia, como negación de la oscuridad.
Rayos como caballos desbocados recorren la noche, relinchan y
desaparecen. El bochorno asfixia la medianoche.
El
calor se pega a la piel. La ciudad calla. Duerme. Todos duermen menos
yo, que vivo de noche. Noctámbulo solitario. Se acerca una tormenta
de verano. La espero mientras ella aturde la noche de agosto con sus
bramidos de toro de lidia a punto de embestir. Me vivo en silencio.
En este momento soy la vida entera.
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