Otro
viernes de fines mayo con el verano a punto de estallar. Otra noche
sentado frente a la pantalla escribiendo. Otro fin de semana solo con
mis pensamientos. Otro viernes largo, muy largo.
El
día comenzó temprano: ver las noticias de la mañana en la tele
tomando un café y comiendo un croasán. Ducharse, afeitarse,
vestirse y salir. Me gusta madrugar a vivir. El cielo está semi
gris. La temperatura agradable y el olor vegetal es delicioso. La
naturaleza en toda su exhuberancia crece por el barrio, por las calles
y se mete a los jardines, se trepa a los balcones y se sube por las
paredes. Los pájaros están en su oficio de criar a los polluelos
que no cesan de comer. Un conejo cruza el cesped y se esconde detrás
de unas matas. La vecina sale con su bebé y nos saludamos. Ella es
francesa y los dos nos entendemos en alemán. Cuando llegaron no
hablaba nada de alemán, pero ahora lo hala con ese acento
inconfundible de los franceses.
Hoy
voy al banco a sacar plata y hacer unos pagos. Podría hacerlos por
internet, pero ir al banco es una buena excusa para caminar. Luego
voy al mercado. Temprano hay menos gente, pero los empleados están
llenando los estantes de empaques de todos los colores y sabores.
Saludo a la cajera que siempre me atiende. Debe ser ucraniana. A
veces hablamos dos o tres tonterías sobre el clima o de la edad.
Típico de viejos. Paso por un kinder al que están entrando los
niños de la mano de sus mamás o papás. La vida en Plittersdorf es
tranquila, segura, monótona. Perfecta para mí.
En
el apartamento, después de desempacar y guardar el mercado, me
siento frente al computador a leer las revistas y los periódicos
alemanes, españoles y colombianos. Es una rutina diaria. Leo
Spiegel, Süddeutsche Zeitung y Die Zeit de Alemania, El País y El
Mundo de España y de Colombia El Espectador, El Tiempo y Semana. Por
lo general, de cada uno leo un artículo y una columna de opinión.
Salvo que haya una noticia que me interese sobremanera. Luego
escribo. Todos los días escribo desde pendejadas, frases sueltas, un
borrador de poema, un cuento breve y traduzco unos cuentos míos para
una revista literaria alemana. En esto de la traducción del español
al alemán es indispensable que mi esposa me ayude. Es decir, que
ella hace el noventa por ciento del trabajo y yo lo leo y le digo qué
quise decir en esas frases que no corresponden a lo que yo pretendía
decir. Traducir a otro idioma, así sea el alemán, es para mí un
trabajo arduo. Me es más fácil traducir del alemán al español.
Ahí no tengo problema. A esos menesteres le dedico toda la mañana.
Hablo
con mi hija al mediodía pues viene de Mainz a pasar el fin de semana
con nosotros. Por la tarde salgo a dar otra caminada. Me siento a
leer uno de los cinco libros que tengo en este momento sobre el
escritorio. Me gusta el caos en la lectura. Pico un poco de un libro
o de otro hasta que la lectura de alguno de ellos me atrape y
entonces no quiero parar. Leo de todo y sin meta diferente a
entretenerme o con los libros de historia o de ensayos literarios
para aprender o repasar lo ya sabido.
Mi
hijo llega de trotar y nos sentamos en el balcón a charlar sobre su
trabajo final para el master de historia, de su trabajo y de sus
planes.
Mi
esposa llega a las cuatro de la tarde. Tomamos onces juntos y
charlamos sobre lo que vamos a hacer el fin de semana. Ella siempre
tiene algo que hacer y yo prefiero quedarme en casa. Pero este fin de
semana tenemos planes para salir. Vamos a ir al centro al festival de
naciones.
Mi
hija nos llama a avisarnos que el tren está retrasado y que llega a
las seis de la tarde y que le tengamos comidita, porque viene con
hambre y luego va a salir a bailar con sus amigas.
Preparo
la cama de mi hija con todo recién lavado y oliendo a Persil. Quiero
que se sienta a gusto. Le he comprado sus dulces preferidos y en el
sitio donde siempre se sienta con nosotros le tenemos las revistas
que le gustan.
Por
la noche, mi esposa y yo nos sentamos a charlar mientras vemos la
tele y mi hija se arregla para irse de rumba. Mi hijo llega del
trabajo. Viene muerto de hambre. Le dejé todo preparado en la cocina
para que solo tenga que calentarlo. Por supuesto, toods hablamos todo
el tiempo unos con otros y cambiamos de temas y de interlocutor sin
previo aviso. Nos reímos mucho.
Es
curioso pero desde que nuestros hijos se hicieron adultos, nos hemos
quedado sin metas para esta nueva etapa de la vida. Aunque cada uno
tiene sus oficios y salimos y vivimos juntos, ahora tenemos una
cantidad de tiempo para nosotros que durante los últimos treinta
años nunca tuvimos. La gente dirá que es la oportunidad para
emprender mil aventuras y divertirse, pero la realidad es diferente.
Estamos desconcertados. Sí, la vida nos empuja a cambiar sin
preguntarnos si queremos o no. La vida hace lo que le da la gana con
uno. Poco a poco iremos encontrando el nuevo sentido de la vida.
Pero
hoy viernes, fin de semana en plena primavera y a finales de mayo,
nuestros hijos están viviendo a todo vapor y nosotros los miramos
fascinados y felices, pero nos hemos quedado solos, solos los dos.