Me
gusta la palabra diluviar porque significa la vida y la mía está empapada de diluvios.
Me gustan los diluvios. He
caminado, corrido, brincado y reído bajo muchos diluvios. Tantas
veces me he escondido bajo el alero de una casa para protegerme de un
diluvio. Más de un diluvio me ha dejado calado hasta los huesos,
como una sopa, tiritando y morado de frío. Nada más delicioso que
estar en la casa de mis papás tomando onces bien abrigado y ver
diluviar. Me he hecho mayor, me he enamorado y me he sentido
irremediablemente triste bajo los diluvios que dejaban la ciudad
inundada y a ese niño que un día fui feliz de salir a la calle con
las botas de caucho puestas para meterse en los charcos frente a
la casa.
Diluviar es tan de Bogotá. Bogotá son las montañas, la Sabana y los diluvios. Mi vida la viví y la soñé bajo los diluvios de Bogotá.
Diluviar es tan de Bogotá. Bogotá son las montañas, la Sabana y los diluvios. Mi vida la viví y la soñé bajo los diluvios de Bogotá.
Bogotá
no sería Bogotá sin los diluvios. Y yo no sería yo sin las
montañas, la Sabana, Bogotá y sus diluvios.