viernes, 29 de mayo de 2015

Otro viernes que se va colando de contrabando

Otro viernes de fines mayo con el verano a punto de estallar. Otra noche sentado frente a la pantalla escribiendo. Otro fin de semana solo con mis pensamientos. Otro viernes largo, muy largo.

El día comenzó temprano: ver las noticias de la mañana en la tele tomando un café y comiendo un croasán. Ducharse, afeitarse, vestirse y salir. Me gusta madrugar a vivir. El cielo está semi gris. La temperatura agradable y el olor vegetal es delicioso. La naturaleza en toda su exhuberancia crece por el barrio, por las calles y se mete a los jardines, se trepa a los balcones y se sube por las paredes. Los pájaros están en su oficio de criar a los polluelos que no cesan de comer. Un conejo cruza el cesped y se esconde detrás de unas matas. La vecina sale con su bebé y nos saludamos. Ella es francesa y los dos nos entendemos en alemán. Cuando llegaron no hablaba nada de alemán, pero ahora lo hala con ese acento inconfundible de los franceses.

Hoy voy al banco a sacar plata y hacer unos pagos. Podría hacerlos por internet, pero ir al banco es una buena excusa para caminar. Luego voy al mercado. Temprano hay menos gente, pero los empleados están llenando los estantes de empaques de todos los colores y sabores. Saludo a la cajera que siempre me atiende. Debe ser ucraniana. A veces hablamos dos o tres tonterías sobre el clima o de la edad. Típico de viejos. Paso por un kinder al que están entrando los niños de la mano de sus mamás o papás. La vida en Plittersdorf es tranquila, segura, monótona. Perfecta para mí.
En el apartamento, después de desempacar y guardar el mercado, me siento frente al computador a leer las revistas y los periódicos alemanes, españoles y colombianos. Es una rutina diaria. Leo Spiegel, Süddeutsche Zeitung y Die Zeit de Alemania, El País y El Mundo de España y de Colombia El Espectador, El Tiempo y Semana. Por lo general, de cada uno leo un artículo y una columna de opinión. Salvo que haya una noticia que me interese sobremanera. Luego escribo. Todos los días escribo desde pendejadas, frases sueltas, un borrador de poema, un cuento breve y traduzco unos cuentos míos para una revista literaria alemana. En esto de la traducción del español al alemán es indispensable que mi esposa me ayude. Es decir, que ella hace el noventa por ciento del trabajo y yo lo leo y le digo qué quise decir en esas frases que no corresponden a lo que yo pretendía decir. Traducir a otro idioma, así sea el alemán, es para mí un trabajo arduo. Me es más fácil traducir del alemán al español. Ahí no tengo problema. A esos menesteres le dedico toda la mañana.

Hablo con mi hija al mediodía pues viene de Mainz a pasar el fin de semana con nosotros. Por la tarde salgo a dar otra caminada. Me siento a leer uno de los cinco libros que tengo en este momento sobre el escritorio. Me gusta el caos en la lectura. Pico un poco de un libro o de otro hasta que la lectura de alguno de ellos me atrape y entonces no quiero parar. Leo de todo y sin meta diferente a entretenerme o con los libros de historia o de ensayos literarios para aprender o repasar lo ya sabido.

Mi hijo llega de trotar y nos sentamos en el balcón a charlar sobre su trabajo final para el master de historia, de su trabajo y de sus planes.

Mi esposa llega a las cuatro de la tarde. Tomamos onces juntos y charlamos sobre lo que vamos a hacer el fin de semana. Ella siempre tiene algo que hacer y yo prefiero quedarme en casa. Pero este fin de semana tenemos planes para salir. Vamos a ir al centro al festival de naciones.
Mi hija nos llama a avisarnos que el tren está retrasado y que llega a las seis de la tarde y que le tengamos comidita, porque viene con hambre y luego va a salir a bailar con sus amigas.

Preparo la cama de mi hija con todo recién lavado y oliendo a Persil. Quiero que se sienta a gusto. Le he comprado sus dulces preferidos y en el sitio donde siempre se sienta con nosotros le tenemos las revistas que le gustan.

Por la noche, mi esposa y yo nos sentamos a charlar mientras vemos la tele y mi hija se arregla para irse de rumba. Mi hijo llega del trabajo. Viene muerto de hambre. Le dejé todo preparado en la cocina para que solo tenga que calentarlo. Por supuesto, toods hablamos todo el tiempo unos con otros y cambiamos de temas y de interlocutor sin previo aviso. Nos reímos mucho.

Es curioso pero desde que nuestros hijos se hicieron adultos, nos hemos quedado sin metas para esta nueva etapa de la vida. Aunque cada uno tiene sus oficios y salimos y vivimos juntos, ahora tenemos una cantidad de tiempo para nosotros que durante los últimos treinta años nunca tuvimos. La gente dirá que es la oportunidad para emprender mil aventuras y divertirse, pero la realidad es diferente. Estamos desconcertados. Sí, la vida nos empuja a cambiar sin preguntarnos si queremos o no. La vida hace lo que le da la gana con uno. Poco a poco iremos encontrando el nuevo sentido de la vida.


Pero hoy viernes, fin de semana en plena primavera y a finales de mayo, nuestros hijos están viviendo a todo vapor y nosotros los miramos fascinados y felices, pero nos hemos quedado solos, solos los dos. 

miércoles, 27 de mayo de 2015

Mañana al despertarme


Y mañana al despertarme una vez más empezaré a olvidarte. Le dedicaré el tiempo que sea necesario a olvidarte para que en la noche no recuerde que a la mañana siguiente empezaré a olvidarte de nuevo.

martes, 12 de mayo de 2015

Un perro y yo



Un día un perro y yo seremos amigos. Y compartiremos las horas, las lecturas, los paseos y los aburrimientos. Será un perro que quiera compartir conmigo su alegría y sus charlas. También, sus sueños y secretos. Nos iremos a conocer el mundo y a que el mundo nos conozca. Por las noches nos sentaremos uno al lado del otro y recordaremos las cosas que nos han sucedido. Quizá, algunas veces, lloraremos muestros fracasos. Otras nos consolaremos de estar vivos. Nos haremos compañía. Pero, sobre todo, seremos amigos en lo bueno y lo malo. Yo sé que el día menos pensado un perro querrá ser mi amigo y me habrá salvado la vida.