miércoles, 7 de enero de 2015

Una cita de amor en Lisboa







Déjame que sea tu noche,
que enturbie tu transparencia
¡Déjame ver tu hermosura!
Manuel Altolaguirre

¿Cuántas veces habré traicionado a mi destino? ¿Cuántas veces habré estado cerca de hacer lo correcto y he seguido de largo? ¿Cuántas veces entre más luz había en mi vida más oscura la sentía? Estas preguntas una y otra vez regresan con su carga de incertidumbre, de duda sobre mis dudas, preguntas que nunca tienen respuestas. Y si tuvieran respuesta serían de nuevo pregunta, porque yo no dejo de dudar de mí, de lo que soy y lo que siento. Me alejo de mis dudas y regreso a ellas como las olas que se rompen contra la costa: una y otra vez sin cesar, sin dejarse atrapar.

Jamás me casaré contigo, me dijiste. Y, de pronto, mis ilusiones se vinieron al piso. Ni siquiera podré soñar que un día tú y yo, por quién sabe cuál razón, podamos estar juntos. No sabré qué es verte despertar a mi lado, planear un día contigo, preparar la cena juntos, sentarnos en la noche muy juntos y abrazarnos, dejar que el amor nos cubra del todo. Nunca será mayo para nosotros.

La felicidad se escapa por entre mis dedos una vez más. Y yo no sé si esta vez quiero pelear lo que de antemano está perdido. Porque si yo no te amo para vivir contigo, si sólo quisiera ser tu amante, para qué todos estos años esperándote. No te sigo amando para estar contigo un par de horas de afán. Te amo para que una mañana ya no partas nunca más. Estoy sentado en la terraza del más bello hotel del mundo y contemplo a mis pies Lisboa.

Llegué a Lisboa un día antes de lo planeado. La otra punta de Europa. La Estambul sobre el Atlántico. Es mi primera vez que estoy en esta ciudad y siento que sólo he regresado a ella, como si me hubiera estado esperando desde siempre. Lisboa se desborda sobre el Tajo con sus casas y callejas, y mira el océano que una vez la convirtió en la capital de un imperio que llegaba hasta Macao en China, pasando por Goa en India y Brasil al otro lado del Atlántico. Lisboa es una ciudad que trepa desde el mar hacia los cerros y que está unida por el tranvía y el funicular. Una ciudad acunada a orillas del agua y que mira hacia el infinito.

Laura ha reservado la suite Bartolomeu de Gusmão en el Palácio Belmonte, el hotel más bello del mundo. La suite es enorme, de tres niveles y una terraza desde donde se puede ver el río Tajo y la Alfama. Está situada en una torre mora del siglo VIII y enchapada en azulejos del siglo XVIII. Laura no ha escatimado nada para nuestro encuentro al borde del océano. Además, no pudo evitar hacerme un guiño cariñoso al escoger la suite con mi apellido. No ha dejado nada al azar. Me emociona pensar en verla de nuevo: sus ojos verdes y su mirada en la que quisiera vivir para siempre. No quiero pensar en lo que cuesta. Pero ya estoy acostumbrado a que Laura no evita los gastos. Para ella son parte de su cotidianidad, pero para mí son y serán siempre un sueño, un imposible. Soy de hoteles en que todo está incluido para no llevarme sorpresas de plata. Pero disfruto cada instante de este hotel palacio situado sobre el Páteo Dom Fadrique. La primera sección del palacio fue construida en 1449 sobre la antigua fortaleza romana y las murallas moras llamadas "Cerca do Alcáçova" y "Cerca Moura", agregándole tres torres. En 1640 la familia agrandó el palacio con una terraza al este y cinco fachadas de estilo clásico, que son las actuales. Después de desempacar la maleta con lo poco que llevé, salí en medio del mareo producido por tanto lujo a la calle. Bajé caminando hasta la orilla del Tajo por entre calles curvas y estrechas, llenas de restaurantes y bares entrañables. Tuve tiempo de pensar en el gran poeta Pessoa y un poema que me recuerda a esa mujer que vive en mi corazón y que me espera al otro lado de mis sueños:

He pasado toda la noche sin dormir, viendo,
sin espacio tu figura.
Y viéndola siempre de maneras diferentes
de como ella me parece.
Hago pensamientos con el recuerdo de lo que
es ella cuando me habla,
y en cada pensamiento cambia ella de acuerdo
con su semejanza.
Amar es pensar.
Y yo casi me olvido de sentir sólo pensando en ella.
No sé bien lo que quiero, incluso de ella, y no
pienso más que en ella.
Tengo una gran distracción animada.
Cuando deseo encontrarla
casi prefiero no encontrarla,
Para no tener que dejarla luego.
No sé bien lo que quiero, ni quiero saber lo que
quiero. Quiero tan solo
pensar en ella.
Nada le pido a nadie, ni a ella, sino pensar.”

He llegado a orillas del Tajo y me paro a mirar el imponente paisaje de esta ciudad que se despereza hacia arriba, hacia el cielo y suspira. Una ciudad que me envuelve de emociones, que parece hecha para mí, que fuera mía desde antes de que yo fuera el sueño de alguien que me hizo a imagen y semejanza de sus anhelos y de sus antepasados. Lisboa me enamora y me produce saudade de ser otro que también te quiere. Ante mí están Almada, Seixal y Montijo, esperando a la otra orilla del río.

Pienso una vez más en Laura, en lo que siento por ella, en lo que ella es en mi vida. Laura que estuvo perdida tanto tiempo, pero que nunca fue ausencia. Era intermedio entre el antes y el ahora. Y, sin embargo, veinte años de mi vida se perdieron en ese espacio de dudas, dolor y silencio. Laura no sólo es amor es también el camino de los imposibles para mí. Nuestro amor es expectativa, un quizá mañana, un ahora no, un esperame un poco más, un encuentro furtivo y rápido. Laura, contigo no estoy, pero sin este soñar en ti no vivo. Quiero lo que nunca te he pedido en serio, pero es lo más serio que nunca te pediré: que vivas conmigo el resto de muestras vidas. No es mucho, pero todo para mí. Ya estamos llegando al final y sigo sin ti.

Mientras mi vida está en una encrucijada, la noche se asoma a lo lejos y el sol de Portugal se despide dorando las fachadas de las casas que se agolpan unas junto a otras para jamás dejar de mirar al mar. Yo suspiro y meto las manos en los bolsillos y camino de nuevo la cuesta que me lleva de vuelta al Palácio. Es posible que Laura ya haya llegado de París. Mi corazón se acelera. Verdes sus ojos y eterna es su mirada. Acelero el paso. Al entrar al hotel, uno de los muchos y elegantes empleados se acerca con un sobre sobre un plato de porcelana blanca y me dice que he recibido un mensaje. Pienso que como en el siglo XIX. El detalle me gusta. Es un breve mensaje de Laura en que me avisa que no vendrá y que espera que la perdone y que disfrute de mi estadía en Lisboa.

¡Qué fácil es que el mundo se venga abajo en el momento en que más arriba estamos! Subo con desánimo a la suite que ya no siento tan elegante y espectacular, más bien enorme como el vacío que siento de golpe entre mi pecho.

Llevo sentado horas en la terraza mirando las luces de la ciudad y el agua del río que no deja de fluir. Permanezco en silencio, flotando en el dolor anestesiado que siento en esa oscuridad profunda que precede a la tristeza.

Laura no viene, porque la vida la llama y yo soy sólo un sueño. Un instante mágico, pero sólo eso: un instante. El atardecer cubre Lisboa de un ambiente único que emociona, que convierte mi tristeza y mi rabia en melancolía. Sólo lloramos por quien amamos, por quien nos hace feliz, por ella que tanto he querido y me ha querido. Pero la vida nos hizo al uno para el otro, pero no para que todos los días fuéramos juntos por la vida. Lo nuestro son estaciones espaciadas que nos encuentran en el camino y nos reúnen.

No se puede perder lo que nunca ha sido de uno, pienso al comienzo de la noche y me quedo dormido.

martes, 6 de enero de 2015

Cartagena de Indias (Mis encuentros con Laura)




En un yate de quince metros de eslora regresa Laura a mi vida. El yate atraca en el muelle del Club de Pesca de Cartagena de Indias, donde hemos quedado a cenar. El club está en el barrio de Manga en el Fuerte de San Sebastián del Pastelillo, construido por los españoles en 1743 para defender la ciudad de los ataques piratas. Este sitio nos recuerdo a los dos un viaje que hicimos hace más de treinta años apenas nos habíamos graduado del colegio. Laura había viajado con sus papás a Cartagena para pasar vacaciones y yo llegué a visitar a papá, que estaba en puerto un par de días. Nos encontramos por coincidencia en el Club comiendo y nos pusimos a charlar. Después caminamos cogidos de la mano por el centro de la ciudad y terminamos viendo el amanecer en la playa del hotel Caribe. Desde esa noche nos volvimos amigos para siempre. Más que amigos , diría yo, pues entre los dos hay una carga de deseo y sensualidad que es difícil resistirse. Vivimos entre que sí y que no. O tal vez. Laura está bronceada. Los ojos verdes resaltan su mirada y su sonrisa es sólo para mí. Tienes los hombros descubiertos y dorados. Lleva un vestido de lino blanco. Usa alpargatas y del hombro le cuelga una mochila wayuu. El pel ole llega hasta los hombros y puedo oler su suave perfume al acercarme a ella y abrazarla mientras le doy un beso en la mejilla. Estoy contento de volverla a ver, de sentirla entre mis brazos.
Nos sentamos en una mesa cerca a la muralla desde donde podemos observar la bahía y la silueta luminosa de los edificios al otro lado de la bahía. Pedimos ceviche. Nos fascina el ceviche, una manera de reconocernos y decirnos sin hablar que nos queremos. En Bogotá íbamos a la Ochenta y Cinco a comer ceviche en una antigua caseta del bus municipal. El que atendía el lugar después de unos años hizo plata con el negocio del ceviche. Después de comer allí, nos íbamos al Almirante a cine. Así que cada vez que nos volvemos a encontrar, si se puede, comemos ceviche. Laura está preciosa. No puedo dejar de mirarla y le cojo la mano. Ella no la retira y anuda sus dedos a los míos. Sonreímos, suspiramos y miramos en el horizonte una bandad de cormoranes que regresan a sus nidos.
El grup ode músicos toca un bolero y Laura me saca a bailar. Con ella es una delicia bailar. Es suave como una pluma y su cuerpo intuye al mío y gira al mismo ritmo.
Soy ese vicio de tu piel, que ya no puedes desprender,
soy lo prohibido, soy esa fiebre de tu ser
que te domina sin querer,
soy lo prohibido, soy esa noche de placer,
la de la entrega sin papel, soy tu castigo,
porque en tu falsa intimidad,
en cada abrazo que le das sueñas conmigo.

Bailamos muy juntos. Su cuerpo se pega al mío. Su cabeza se acomoda en mi hombro y enlaza sus brazos alrededor mío. Hundo mi cara en su pelo que huele delicioso. Giramos lentamente al ritmo de la música. En ese momento somos el universo entero. Sin darme cuenta y con una sinceridad que me sale del alma le digo -Cuando quieras lo dejo todo y me caso contigo-. Ella sólo se aprieta un poco más a mí y me susurra en el oído -Gracias, lo sé-.

Soy el pecado que te dio nueva ilusión en el amor,
soy lo prohibido, soy la aventura que llegó para ayudarte
a continuar en tu camino, soy ese beso que se da
sin que se pueda comentar,
soy ese nombre que fuera de aquí pronunciarás,
soy ese amor que negarás para salvar tu dignidad,
soy lo rpohibido.

Seguimos bailando sin decirnos nada. Cada uno en sus pensamientos. Disfrutando de la presencia del otro. Siendo el otro en brazos del amor. Porque lo que sentimos es amor. Llevamos toda una vida negándolo, pero es amor lo nuestro. Sé que los dos lo hemos sentido igual, que las palabras sobran, que el amor ha llegado para quedarse entre los dos.
Cuando termina la música me coge de la mano y nos dirgimos a la mesa donde un camarero impaciente pero cortés espera para poder trernos los platos que hemos pedido. Pero ninguno de los dos está pensando en comer. He rotó un acuerdo tácito y he dicho las palabras que los dos hemos pensado más de una vez, pero que no debemos decir. Laura vive su libertad y yo tengo una familia desde hace tiempo. Laura es parte de mí y yo de ella. Este es el acuerdo: encontrarnos de cuando en cuando y hacer de cuenta que el futuro y el resto del mundo no existe. Lo he quebrado en un momento de espontaneidad y le he dicho lo que sentía, lo que me gustaría hacer.
-Todo es posible- me dice sin soltarme la mano. Me mira directo a los ojos y el verde de su mirada me inunda. Soy suyo.
-Aunque creo que tú y yo no serviríamos para el matrimonio- quiero contestarle, pero me pone la mano en la boca y le muerdo con suavidad un dedo. -Déjame terminar. Sé lo que me estás diciendo. Es maravilloso y me halagas. Sabes que yo también te amo, que te amo con locura, que eres el hombre que más he querido en mi vida. Pero yo soy muy independiente y tú eres muy dependiente. No funcionaría. Después de la euforia, ninguno sabría qué hacer con el otro. Deja que la felicidad sea lo que nos una y nos mantenga juntos a pesar de la distancia-.

-Pero todo es posible- repite y me besa.

Soy el pecado que te dio nueva ilusión en el amor,
soy lo prohibido, soy la aventura que llegó
para ayudarte en tu camino,
soy ese beso que se da sin que se pueda comentar,
soy ese nombre que jamás fuera de aquí pronunciarás,
soy ese amor que negarás para salvar tu dignidad,
soy lo prohibido.





lunes, 5 de enero de 2015

Hay gente que abandona frases maravillosas




Aunque usted no lo crea, hay gente que abandona frases maravillosas en una pared cualquiera sin exigir nada a cambio. Me encanta encontrar que hay personas que comparten sus ideas con el que se tome un par de segundos para leer. 

Una de esas frases que se quedan esperando un lector, así llueva o relampaguee, es ésta que encontré una tarde de un domingo en que procuraba matar el tiempo para no matarme: „Cuando Dios me hizo estaba fanfarroneando.“

Gracias a los geniales escribidores anónimos que al escribir hablan por todos y para todos. 

domingo, 4 de enero de 2015

He vivido a pesar de todo y de mí.



Cómo se puede ser tan viejo si hace tan poco era todavía un niño que montaba en bicicleta bajo la lluvia. Pero sé que han sido muchos años y muchas vidas las que he vivido.

He probado queriendo y contra mi voluntad desde el amor hasta el abandono, desde la incansable niñez corriendo todo el tiempo detrás de la vida hasta la vejez que se va apoderando de mí, desde la amistad sincera hasta la traición, desde el placer de estar sano y vital hasta la enfermedad en que rogaba porque no despertara nunca más, desde los libros maravillosos de Verne y Salgari hasta los best sellers todos me han dejado alguna enseñanza, desde el colegio y la universidad hasta las reuniones de ejecutivos y de políticos, desde nadar el Guarino y el Caribe hasta asolearme en el Mediterráneo o en el Mar Báltico, y desde siempre el amor que ha venido y se ha ido siempre de forma tormentosa.


He vivido a pesar de todo y de mí. 

sábado, 3 de enero de 2015

El amor que yo conozco 4



El amor que yo conozco es quedarse al lado de ella cuando todas las cartas de la vida están en su contra, cuando el sentido común dice que es hora de irse,  y aún así quedarse a su lado, tomarla de la mano con fuerza, mirarla a los ojos y saber el porqué vale la pena perder todo antes que dejarla; es sonreír y enfrentar la adversidad juntos.

El amor que yo conozco es ella, que me quiere tal como soy y tal como a veces soy y no quisiera ser.

El amor que yo conozco 3



El amor que yo conozco no es sólo besos, sueños y poesía, sino compartir los días malos y los pésimos con ella, no dejarla ni después de mil peleas, tropiezos y fracasos, no dejar de estar a su lado cuando me necesita, olvidar todos los disgustos cada noche y volver a empezar cada mañana, es dejar parte de mi vida por ser parte de su vida. 
El amor que yo conozco no es ser iguales, ni ser de una misma opinión, ni ser perfectos, ni querer cambiar al otro, ni tener que ceder, ni tener la razón: es amar a pesar de estar de mal humor o de mal genio y no dejar de pensar que tienes la suerte de estar con ella y quererla, quererla siempre contra toda lógica.

El amor que yo conozco 2



El amor que yo conozco es también estar al lado de ella cuando quisiera no estarlo, cuando estoy cansado y no quiero a nadie a mi lado y, sin embargo, la oigo con oídos interesados mientras cuenta sus reveses, es acompañarla con gusto a las mil cosas jartas de la vida, es hacerla reír cuando está triste y piensa que el mundo no vale la pena, es tomarla de la mano en silencio para que ella sienta todo nuestro amor, es abrazarla y consolarla de sus derrotas, es levantarse temprano el único día libre y prepararle el desayuno que más le gusta por el placer de verla una vez más antes de que se vaya, es dejar que ella no deje nunca de hacer las mil y una cosas que le gusta hacer y a uno no, es estar a su lado siempre en las buenas, las malas y las pésimas.

El amor que yo conozco tiene la mirada de sus ojos.

Camino de la vida





 No voy hacia ningún lugar ni busco una meta. Camino hacia donde me lleve el momento y el azar. No busco ni encuentro. Soy al caminar otros yos, nuevos yos, muchos yos, yos escondidos. Yos desconocidos que surgen al desandar la vida. 

Camino a mi ritmo, al ritmo de mis pensamientos. Camino para pensar, para ser. Camino porque soy libre. Me he otorgado la libertad de ser como soy. Yo soy cuando camino y dejo que los pensamientos caminen por los lugares que desando y que ando al pensar.


No soy camino. No hago camino. Sólo camino. Soy yo, ése es el único secreto. No dejar de ser como soy. 
Mi vida es un larga caminada por el mundo, por mi mundo.