miércoles, 30 de abril de 2014

Mi encuentro con Isabella de Montfort Parte 4





Parte 4

Mainz es una ciudad pequeña llena de encantos. Con una catedral que habla de tiempos gloriosos y magníficos. Tiene una pequeña capilla al lado del altar central donde las personas que lo deseen se pueden recoger a rezar en un ambiente sereno y acogedor que hasta para un agnóstico como yo sería una delicia rezar ahí. La verdad es que todos los días de mi vida he rezado. Siempre rezo. Es una costumbre que tengo desde niño cuando mamá cada noche con mi hermana y yo rezaba el Ángel de la Guarda.
A orillas del Rin se asoma al mundo Mainz, la antigua Maguncia de los romanos y sede del cardenal príncipe elector del Sacro Imperio Romano Germánico. Hoy es una de las ciudades más ricas de Alemania y en pleno centro de la industria alemana. Mainz tiene menos habitantes que Bonn y Gutenberg es su hijo más preclaro. Inventor de la imprenta que transformó el mundo. A este hombre le debo mi placer más grande: los libros. Bueno, los libros ya existían. A él le debemos que se pudieran multiplicar.
La estación de Mainz está siempre llena de gente que llega o se va. Su cercanía con Wiesbaden y Frankfurt hace de ella un centro del tráfico de trenes.
Mi hija me espera en la floristería a la entrada de la estación. Siempre nos encontramos ahí. Nos sonreímos. Nos alegramos de vernos. Llevamos toda una vida queriéndonos.
Por primera vez voy a montar en su nuevo Mini Cooper verde. Uno de sus sueños hecho realidad. Aunque su apartamento no está lejos ha salido a recogerme. Es un ritual que nos gusta y une. Una manera de decirnos que nos queremos. El carro es precioso y más si lo ha comprado mi hija. Huele a nuevo y a cuero. Ummm. El motor suena de película y se ve fácil, ágil y ligero de manejar. Más que mirar estoy admirando a mi hija. En diez minutos estamos frente a su apartamento en el centro de la ciudad. El carro lo deja frente al edificio. Su apartamento está en el primer piso, que para nosotros colombianos es el segundo piso. Es pequeño y moderno. Tiene una mini terraza con cactus donde nos asoleamos cuando el verano se digna a asomarse por estas latitudes. Subimos para dejar la maleta y salir de nuevo. Vamos a darnos una caminada por la ciudad. Primero iremos al Rin que está muy cerca y después subiremos al centro de la ciudad y nos devolveremos por la Agustinerstrasse. La calle lleva el nombre de San Agustín pues en ella está un antiguo convento de los agustinianos con una de las capillas más bellas que haya visto en mi vida. Qué cantidad de iglesias y capillas hay en la parte antigua de las ciudades europeas y americanas. Uno pensaría que no hacían más rezar. Aunque todos sabemos que no le temían al pecado. Me recuerda la Séptima con Jiménez de Bogotá con sus tres iglesias pegadas: San Francisco, la Veracruz y la Tercera. Qué cantidad de plata, esfuerzo, creatividad y pasión dedicadas a dios.
Caminamos despacio dejando que el ambiente nos envuelva. Las bellas casas de ladrillo rojo de la orilla del Rín con sus balcones adornados de flores multicolores, el paseo amplio lleno de árboles que sigue el curso del río, las barcazas que lo cruzan, la gente que pasa a nuestro lado, las familias con sus hijos y nosotros dos, mi hija y yo, hablando de las novedades de cada día en nuestras vidas. Hace calor. Un delicioso calor de junio para sorpresa de todos.
Casi todas las adolescentes llevan esta temporada unos hot pants que le quitan el aliento a este viejo. Le comento a mi hija que la belleza está en la juventud. Que la vejez es el adiós más largo a la belleza. Sé que la belleza es en primer lugar una percepción individual del otro y de todo lo que nos rodea. La belleza entra por los ojos. La belleza está ligada de forma irremediable a la juventud que es el momento en que la vida se quiere perpetuar a sí misma y el gancho ideal es la belleza. Atraer al otro con la belleza. El truco lo observamos en la naturaleza cada primavera cuando millones de flores luchan con todos sus medios por atraer a las abejas para seguir viviendo. La belleza es de lo mejor que nos puede pasar ya sea en el propio cuerpo o viéndola en otro. Amo la belleza y la juventud. Ese instante de eternidad que se une para que el amor sea. Belleza, juventud y amor son tres elementos que definen la vida de todos. Intuyo que lo demás es envidia.

Mi hija se ríe cuando me oye hablar de jóvenes y me dice: Viejo verde. Pero en ella es una manera tierna de recordar lo irreprochable: que aún los viejos no estamos ciegos y podemos caer en la tentación de la belleza, de la juventud y el amor. El control social que busca que los viejos sólo nos atraigan otros viejos es sólo eso: un intento inútil de negar la naturaleza.
A mí me gusta ver a las adolescentes tan lejanas y extrañas para mí. Su belleza abrumadora, su inocencia, sus ganas de vivir, su para ellas desconocida capacidad de seducir. Aunque sé que para ellas soy invisible. No existo. No me ven. No les intereso. Y así está bien.
Las adolescentes maravillosas con su provocadora inocencia, con su descarada belleza, con la certeza de la juventud caminan a mi alrededor sin tener la menor idea de que yo las veo. Qué hermosa la vida a cierta edad. Es decir a mi edad cuando ya he superado todas las vergüenzas, las penas y las inseguridades de la edad más bella de la vida.

Mi hija me invita a cenar al restaurante tailandés de la Agustinerstrasse. Nos gusta en especial por su arroz con vegetales y carnes. Es una delicia. No hay otro igual en esta parte del Rin. El sitio siempre está lleno de gente. En gran parte jóvenes. Cada vez más soy consciente de que ya no soy joven, de que la vida me está despidiendo de ella y que no tengo ni dos de ganas de esa despedida. Pero el tiempo hace su selección. Ya veré qué pasa y cuándo. Mientras tanto disfruto cada momento de vida, de risa, de charla, de baile, de aire puro y de sueños. Quien vive no está muerto.
-El amor sólo es amor si es de dos. Si los dos lo sienten y lo viven. Si sólo uno de los dos lo siente, no es amor. Es, más bien, desamor.- me dice mi hija mientras comemos. - El amor de uno solo es sólo dolor, tristeza. Que es todo lo contrario al amor, que debe ser alegría, felicidad y ganas de vivir, de disfrutar el instante, de ser el otro y con el otro.-
Es cierto. Este amor que aún me queda por ella, por la que un día me dejó, porque se sentía culpable ya no es amor, es tristeza de lo perdido, nostalgia del pasado, es el duelo casi eterno que es saber que el otro a muerto para uno, aunque siga tan vivo por la vida. Me viene a la memoria la frase de Anatole France "Todos los cambios, aún los más ansiados, llevan consigo cierta melancolía; porque aquello que dejamos es una parte de nosotros mismos: debemos morir una vida para entrar en otra."
-Papá, no te vayas detrás de su recuerdo- me dice mientras me sonríe con esa ternura y complicidad que nos hace inseparables. -Si no puedes, no importa. Vive tu ahora, el instante. Disfruta de lo que te da la vida, que es mucho.-
Le sonrío, y le doy gracias a la vida por tener una hija que me acepta tal como soy. Y no es por nada, pero ejerzo con cierto éxito todos los defectos que puede poseer una persona sin ser tildado de anormal. Con el tiempo, he entendido que la lucha contra la realidad está perdida, que lo que hay que hacer es dejar que la vida llueva sobre uno y aflore con mucha suerte lo bueno que hay en nosotros.

Después de cenar nos vamos caminando por la Agustinerstrasse hasta el apartamento de mi hija en la Holzturmstrasse. Caminamos despacio. Miramos a la gente, las vitrinas, nos embriagamos del ambiente distendido casi alegre que tiene la calle con sus bares, restaurantes, almacenes con ropa exclusiva, turistas, estudiantes y parejas enamoradas presurosas de llegar a la cama. Nos asomamos a la bella capilla del antiguo convento de los agustinos, que le da su nombre a la calle. Esta calle es peatonal, de casas de máximo tres pisos, estrecha como las calles del casco antiguo, con algunos rincones donde aún se conservan un par de casas antiguas hechas de grandes vigas de madera y adobe blanqueado. Típica arquitectura medieval alemana. También hay edificios modernos pero que no molestan la armonía de este pequeño milagro de calle en medio del mundanal ruido. Es nuestro sitio predilecto. Siempre que caminamos por ella nos sentimos bien, únicos, actores de nuestra propia vida, como si los sueños sí pudieran convertirse en realidad. Me gusta la Augustinerstrasse. 

¿Por qué se conmemora el 1 de mayo?





"El 1 de mayo, día de los trabajadores, es una jornada de lucha reivindicativa y de homenaje a los 
Mártires de Chicago. Estos sindicalistas anarquistas fueron ejecutados en Estados Unidos por su participación en las jornadas de lucha por la consecución de la jornada laboral de ocho horas, que tuvieron su origen en la huelga iniciada el 1 de mayo de 1886 y su punto álgido tres días más tarde, el 4 de mayo, en la Revuelta de Haymarket. En la actualidad es una fiesta reivindicativa de los derechos de los trabajadores en sentido general, y se celebra en muchos países.
Llamativamente, en Estados Unidos y Canadá no se celebra esta conmemoración.

El periodista 
Adolf Fischer, redactor del Arbeiter Zeitung, corrió a su periódico donde redactó una proclama (que luego se utilizaría como principal prueba acusatoria en el juicio que le llevó a la horca) imprimiendo 25 000 octavillas. La proclama decía:
Trabajadores: la guerra de clases ha comenzado. Ayer, frente a la fábrica McCormik, se fusiló a los obreros. ¡Su sangre pide venganza!
¿Quién podrá dudar ya que los chacales que nos gobiernan están ávidos de sangre trabajadora? Pero los trabajadores no son un rebaño de carneros. ¡Al terror blanco respondamos con el terror rojo! Es preferible la muerte que la miseria.
Si se fusila a los trabajadores, respondamos de tal manera que los amos lo recuerden por mucho tiempo.
Es la necesidad lo que nos hace gritar: ¡A las armas!.
Ayer, las mujeres y los hijos de los pobres lloraban a sus maridos y a sus padres fusilados, en tanto que en los palacios de los ricos se llenaban vasos de vino costosos y se bebía a la salud de los bandidos del orden...
¡Secad vuestras lágrimas, los que sufrís!
¡Tened coraje, esclavos! ¡Levantaos!.


La revuelta de Haymarket

Artículo principal: Revuelta de Haymarket
Se concentraron en la plaza de Haymarket más de 20 000 personas que fueron reprimidas por 180 policías uniformados. Un artefacto explosivo estalló entre los policías produciendo un muerto y varios heridos. La policía abrió fuego contra la multitud matando e hiriendo a un número desconocido de obreros.
Se declaró el estado de sitio y el toque de queda deteniendo a centenares de trabajadores que fueron golpeados y torturados, acusados del asesinato del policía.
Estos hechos represivos fueron apoyados por una campaña de prensa con citas como:
Qué mejores sospechosos que la plana mayor de los anarquistas. ¡A la horca los brutos asesinos, rufianes rojos comunistas, monstruos sanguinarios, fabricantes de bombas, gentuza que no son otra cosa que el rezago de Europa que buscó nuestras costas para abusar de nuestra hospitalidad y desafiar a la autoridad de nuestra nación, y que en todos estos años no han hecho otra cosa que proclamar doctrinas sediciosas y peligrosas!
La Prensa reclamaba un juicio sumario por parte de la Corte Suprema, y responsabilizando a ocho anarquistas y a todas las figuras prominentes del movimiento obrero.
El 21 de junio de 1886, se inició la causa contra 31 responsables, que luego quedaron en 8. Las irregularidades en juicio fueron muchas violándose todas las normas procesales de forma y de fondo, tanto que ha llegado a ser calificado de juicio farsa. Los juzgados fueron declarados culpables. Tres de ellos fueron condenados a prisión y cinco a la horca.
Prisión
A muerte en la horca
El 11 de noviembre de 1887 se consumó la ejecución de:

martes, 29 de abril de 2014

Mi encuentro con Isabella de Montfort Parte 3






Parte 3

Todos esperan expectantes a que los pasajeros que llegan a Bonn bajen del vagón. Al llegar a la puerta y mirar una última vez a la joven guapa, veo que ella viene hacia la puerta en que espero con otros viajeros. En medio de la expectativa por subir al tren mi mente se alegra. Noto que en la puerta del vagón siguiente no esperan más de dos personas y me paso a la puerta del siguiente vagón. Me subo sabiendo que ahora sí mi suerte está echada: no volveré a ver a la joven guapa. El vagón está casi desocupado. Puedo escoger una silla en la ventana con vista al frente. Coloco mi maleta arriba y me siento. Miro el andén donde todavía corren un par de pasajeros retrasados y otras personas esperan. Un par de viajeros entran al vagón. No me lo creo, entre ellas la joven guapa que me está mirando. Se sienta en una silla desde la que nos podemos ver. Sonrío en mi mente. Miro por la ventana. El tren empieza a moverse. La joven se ha levantado de su puesto y viene hacia mí. Estoy fascinado mirándola. Qué guapa es. Se sienta en la silla junto a la mía al otro lado del pasillo. Acomoda sus cosas en la silla junto a ella, y se sienta. Me mira sin hacer gesto alguno. Tranquila, impresionante. Se voltea a mirar por su ventana y yo cierro los ojos.
El tren arranca, acelera. A la altura de Bad Godesberg ya lleva su velocidad normal. A los diez minutos pasamos Remagen y la joven guapa está hablando por el celular con alguna amiga, supongo. Habla sobre la fiesta del fin de semana. Me encanta su voz. No reconozco de qué región de Alemania es. Del sur en todo caso, no.
Al llegar a Koblenz, se levanta y va al WC. Camina sin prisas. Me encanta. Alta y delgada. Camina con un vaivén de caderas que me seduce. No hago otra cosa que verla, mirarla, observarla. Grabarla en mi memoria. Un par de viajeros descienden del tren y otros suben. El vagón sigue medio desocupado. Cierro los ojos. Tengo sueño, porque anoche estuve hasta el amanecer leyendo y escribiendo. En realidad, cuando me siento a escribir, leo y oigo música al mismo tiempo. Me gusta recibir todo tipo de estímulos antes de empezar a escribir. Siempre tengo elaborado en la mente un concepto, una escena o un diálogo. Con ello y la mezcla de lectura, recuerdos, imágenes y música escribo. Escribo, me detengo y pienso, vuelvo a leer, sigo escribiendo. Releo, quito, borro, corrijo. Lo mío es la poesía. Escribo poemas de amor. Quizá para compensar mi soledad, mi vida de eremita, de ciudadano solitario, de escribidor de abandonos y fracasos. O para enamorar. Escribo porque me gusta escribir. No hay misterio en ello. Ni magia ni musas. Sólo años de lectura y cantidad de textos echados a perder en el intento de lograr escribir algo que valga la pena.
Me he perdido en mis pensamientos y al girar veo que la joven guapa me está mirando. ¿Será que hace mucho me está mirando? Luego, le intereso. ¿Le debo hablar? ¿Qué hago? Un mínimo gesto de alguien que me interesa y ya se pone en movimiento la maquinaría de aproximación. También el susto al rechazo, a hacer el ridículo por imaginar algo que no es real. La atracción al comienzo es obvia para todos, menos para los que la padecen. La atracción es fuerte, irresistible y deliciosa. Mi cerebro trabaja sin descanso cuando de conquistar se trata. No sé cómo son los cerebros de los demás. A duras penas intuyo cómo es el mío. Y sólo ahora que ya llevo tantos años en el oficio de la vida. Porque en esta vida de lo que se trata es de conquistar y ser conquistado. De amar y ser amado. De vivir, en últimas.
Ya vamos llegando a Bingen. Y la joven guapa sigue en mi mente y al lado, tan cerca de mí. Quiero mirarla todo el tiempo. Tengo que hacer un esfuerzo para no quedarme observándola. Cierro los ojos y me escondo de la tentación de ser obvio en un rincón de mi mente. No sé si estoy así un par de segundos o de minutos pero al abrir los ojos, ella me está mirando. Percibo que hace rato me mira. Dios, qué suerte la mía.
En Siegen termina el trayecto de los castillos del Rín y comienza una llanura que se explaya a los dos lados del río. En mi mente oigo el madrigal de Claudio Monteverdi „Zefiro Torna, oh di soavi accenti“ con letra del poeta Ottavio Rinuccini .

Zefiro torna e di soavi accenti
l'aer fa grato e'il pié discioglie a l'onde
e, mormoranda tra le verdi fronde,
fa danzar al bel suon su'l prato i fiori.
Inghirlandato il crin Fillide e Clori
note temprando lor care e gioconde;
e da monti e da valli ime e profond
raddoppian l'armonia gli antri canori.
Sorge più vaga in ciel l'aurora, e'l sole,
sparge più luci d'or; più puro argento
fregia di Teti il bel ceruleo manto.
Sol io, per selve abbandonate e sole,
l'ardor di due begli occhi e'l mio tormento,
come vuol mia ventura, hor piango hor canto.“

Tan bella ella como este madrigal. La mujer que amo siempre tiene una canción, una melodía, música que la representa, que la hace eterna en mi vida.
En diez minutos llegaré a Mainz, pienso mientras miro el paisaje esplendido de un día lleno de sol y posibilidades. Quiera hablarle, pero sé que no lo voy a hacer. También sé que lo que hoy no haga, ya no lo haré nunca. Y callo. Mirar la belleza que no será nunca mía. Mirar por no atreverme a dar el primer paso. Cuánto tiempo perdido, cuántos amores que nunca fueron por esta inseguridad que me devora. La historia de mi vida es la historia de lo que nunca fue. Ella está abstraída en su música. Y yo contando los minutos en que aún podré verla. Éste será otro amor mudo, amor pasajero, amor para el olvido.
El tren no se detiene. Nada se detiene. Es irremediable, pronto dejaré de verla. La olvidaré. Ella seguirá su vida y yo la mía. Pero, cuánto quiero que esto no pase. Y sí se bajara conmigo en Mainz. La vería un poco más y quizá con un mucho de suerte la volvería a encontrar en la Agustinerstrasse y me reconocería y quizá …..Parezco la lechera imaginando imposibles.

El revisor anuncia que en breves minutos llegaremos a Mainz. Contra mi voluntad me levanto y me preparo para dirigirme a la salida. El tren sigue andando a alta velocidad. En cinco minutos estaré en Mainz. Tengo que mirarla una vez más. Ella también me mira. Me quedo en sus ojos por un instante esperanzado de que no me olvide o de que el mundo se detenga. Un joven me mira con cara de por qué la miro tanto. Me voy por el pasillo hacia la salida. Ella no se baja en Mainz. Ella sigue. Acá nos separamos para siempre. Adiós breve encuentro que sólo existió en mi mente. A mi mente llega el poema de Luis Cernuda:
„Adiós, dulces amantes invisibles,
Siento no haber dormido en vuestros brazos.
Vine por esos besos solamente;
Guardad los labios por si vuelvo.“

lunes, 28 de abril de 2014

Mi encuentro con Isabella de Montfort Parte 2



Parte 2


Es mediados de junio y hace calor a orillas del Rin. El cielo amanece cada día azul y todo resplandece. La gente disfruta de la vida y yo con ella. Es el tiempo de no preocuparse, de aprovechar el instante, de vivir. Los días como hoy son escasos en la vida y sería un desperdicio no gozarlos hasta las últimas consecuencias. Disfrutar la eternidad de cada instante y del presente son una tentación irresistible.
Caer en la tentación está condenado por la beatería religiosa y filosófica, pero yo que nunca he pretendido ser más que ninguno, me dejaré caer en las tentaciones que la vida tenga aún que ofrecerme. No le debo nada a nadie, ni nadie me debe a mí. Es el momento de salir a vivir. Al fin. Voy a dejarme caer en la tentación de ser yo mismo.
Nos sentimos extranjeros en el presente. Quisiéramos huir al pasado. En los errores irremediables parece que nos sentimos más seguros. Hoy quiero vivir, vivir este presente que no conozco, que me está envolviendo desde esta mañana, desde hace días, desde hace un rato, desde siempre, desde ya.
Estoy a punto de salir del apartamento para ir a la estación del tren y viajar a Mainz a visitar a mi hija. Son las dos y media de la tarde de un miércoles de junio y el sol brilla en el cielo azul. Llevo mi buen ánimo y una maleta pequeña con mi piyama, tres camisas, dos pantalones, un saco, tres pares de medias y otro par de zapatos. La calle está sola. Pero se oye el ruido de la ciudad. Ese murmullo permanente que envuelve la ciudad. A mis vecinos casi nunca los veo. La pareja de jóvenes franceses con su hija de dos años, que viven enfrente tienen horarios distintos al mío; la pareja de pensionados alemanes que viven a oscuras, en silencio y oliendo a ajo poco salen y cuando salen parecen una pareja de la DDR; la alemana enorme que dicta clases de alemán a extranjeros y que chismorrea a todo el barrio sí que la veo y oigo; y en el piso de abajo vive la familia de Zimbabue con sus diez hijos, que en verano se apropian de los jardines y los llenan de gritos, de risas y de vida y los hindúes que ponen en la puerta velas, caminitos de sal y símbolos religiosos para protegerse. Somos multi culti, como dirían acá en Alemania. Pero hoy no veo a ninguno. La calle me espera. El aire tibio y oloroso a naturaleza me envuelve. Me hace feliz.
Camino por la Kennedyallee hasta el paradero donde cojo el bus 610 o el 611 que me llevan hasta el Hauptbahnhof de Bonn. El viaje dura exactamente diez y seis minutos. El bus lo usan en su mayoría los niños, los jóvenes, los pensionados, los trabajadores, los oficinistas y los extranjeros. El bus es un excelente observatorio de la sociedad. Se ve de todo: desde bobos hasta políticos. Me encanta la puntualidad del servicio público alemán. Me bajo en el centro, cruzo la calle y ya estoy en el Hauptbahnhof. Voy a visitar a mi hija en Mainz. Mínimo dos veces al mes viajo a visitarla, aunque ella viene casi todos los fines de semana a casa. Supongo que no he superado la hijitis.
La estación del tren está llena de gente esperando en los diferentes andenes. Hoy hay muchos grupos de pensionados o gente de mi edad. Es algo típico alemán: viejos viajando. Pero también hay jóvenes y gente en plan viaje de trabajo. El tren es el medio más popular de transporte. A mí me parece la mejor forma de viajar. No hay ruido, es cómodo, es rápido, es seguro y el paisaje es inigualable. Aunque de tanto viajar la misma ruta ya no miro tanto al Rin, sus castillos, sus viñedos, sus pueblos y ese conjunto romántico y perfecto que es Alemania. Prefiero soñar. Desde niño me ha gustado soñar. En ese mundo me siento seguro, es mi segundo hogar. Allí me refugio cuando estoy triste o me he derrotado. También cuando la vida me sonríe me encierro en mis sueños para disfrutar de la realidad.


Mi tren, el IC 2027 que viene de Bremen con destino a Stuttgart, para en el andén 3. Allí estoy yo en mi oficio predilecto: mirar a los demás e imaginar su vida, su instante y sus posibilidades en la vida. El tren tiene diez minutos de retraso y yo he llegado diez minutos antes. Es algo que me quedó de Bogotá: salir con tiempo porque nunca se sabe si el bus pasa a tiempo o no. Es parte de mí. El andén está lleno. Una mujer mayor, al menos mayor que yo eso creo, pregunta por el horario del tren, una pareja alternativa con sus morrales camina de afán, un grupo de turistas alemanes habla animadamente con el que parece ser el guía, varios hombres con maletín esperan pensando en quién sabe qué, unas chicas enfrente charlan y miran a un chico que pasa, pasa una mujer sin dientes, drogadicta seguramente, ofreciendo el periódico de los sin techo, nadie la mira, una mujer joven, guapa y extranjera empuja un coche de bebé con un niño al lado, parece buscar a alguien, por el altavoz anuncian la llegada de un tren de cercanías. Me recuesto contra la baranda de la escalera que sube al andén y volteo a mirar a una joven que sube con la que parece ser la mamá. Me quedo mirándola. No puedo dejar de mirarla. No quiero dejar de mirarla.
Debe tener veinte años. Es alta. Delgada. Guapa. Lleva el pelo recogido. Tiene la piel dorada. Ojos café. Se viste a la última moda. Bolso y botas de esas que cuestan miles de euros. Hay una elegancia natural en todo lo que hace. Se está despidiendo de la mamá. Es obvio que es su mamá: también es alta, delgada y guapa.

Mientras la mamá se aleja, la joven se voltea a mirar. Ve que la miro, que la observo mejor dicho, no le molesta y se sienta en el suelo recostada contra la baranda del andén. Está a unos dos metros de mí. Dos metros de distancia entre ella y yo. La miro. No caigo en cuenta de que no he dejado de mirarla. Se pone los audífonos y se va su mundo de sueños. Alza la vista y me mira. Se detiene ese segundo más que significa. Mi consciente inconsciencia lo percibe. Ese segundo que hace la diferencia entre no me interesas y sí, te he visto, te reconozco, te sé.
Sigue en su mundo. Yo le doy una pausa. No muy larga. Me volteo de nuevo a mirarla y me está mirando. Con tranquilidad, sin afanes, dominando la situación deja de mirarme. Yo sí sigo mirándola. Me siento atraído.

Por el altavoz anuncian la llegada del tren. Todo el mundo coge sus maletas y se acerca a la orilla del andén. Del norte se ve la locomotora roja de la Bahn acercándose. La joven se ha levantado y mira hacia el tren. Quedamos en la mitad de un vagón y hay que escoger entre una puerta al principio del vagón o la otra al final. Miro cuál escoge ella y la sigo. Pero en esa puerta hay demasiada gente y me dirijo a la otra. Nunca volveré a ver a la joven alta, guapa y elegante, pienso mientras camino de prisa hacia la otra puerta que se ha llenado de viajeros que quieren subir.

Mi encuentro con Isabella de Montfort Parte1



Parte 1

He dejado de luchar contra todo, pienso mientras miro desde el balcón el extenso jardín del edificio donde vivo. El prado verde está perfectamente cuidado y los árboles son grandes y frondosos. Oigo el canto incesante de los pájaros que esconden el murmullo eterno de la ciudad. Ya no peleo contra mi destino, ni contra los que piensan diferente a mí. No quiero lograr nada. Me interesan muchas cosas, pero sólo para mí. 


De esa necesidad de ser conocido, adorado, respetado y tenido en cuenta por los demás me queda poco. En realidad, esos demás del éxito no me interesan. Me interesan mis pensamientos y mi vida. Esa vida tranquila y aburrida que llevo. Mis aventuras son mentales. Mi curiosidad y mi necesidad de expresarme las guardo para mí. 

Pienso y escribo mucho. No puedo parar. Pero lo hago para mí, para satisfacer esta necesidad de conocer, de transformar lo que percibo en otro universo, en mi universo. Mi mundo es tan infinito como el mundo exterior. Hay tanto que tengo que descubrir de mí que se pensaría que no me interesa la vida más allá de la mía. 

La verdad es que la vida me interesa y mucho. La disfruto tal como venga. Siempre y cuando no sea un desastre o una tragedia. A esta altura de mi vida no estoy hecho para ello. Quiero vivir sin pausa y sin angustias. Quiero dejar que la vida llueva sobre mí y de mí broten ideas, sueños y hechos que me transformen, que me permitan conocer a ese desconocido que soy, en el que vivo.


Ahora que me dejo ir por donde la vida me lleva he encontrado personas que me cambian y que me dan de sí tanto y con tanta frecuencia que no puedo más que gozar el instante en que estoy. Así fue que llegó a mí, una vez más ,el amor. De sorpresa como siempre. Y así conocí a Isabel de Montfort el día después de haber comenzado a leer Lolita de Nabukov.

No sé si fue por
designio de los dioses o casualidad que encontré lo que no sabía que estaba buscando. Al buscar algo para leer en la biblioteca me tropecé con el libro Lolita de Nabokov. Abandonado entre otros muchos, allí estaba llamándome para que lo abriera y le echara un vistazo. Al empezar a leerlo me di cuenta de que estaba frente a uno de los más poéticos comienzos de un libro que hubiera leído.


Lolita, luz de mi vida, fuego de mis entrañas. Pecado mío, alma mía. Lo-li-ta: la punta de la lengua emprende un viaje de tres pasos desde el borde del paladar para apoyarse, en el tercero, en el borde de los dientes. Lo. Li. Ta. Era Lo, sencillamente Lo, por la mañana, un metro cuarenta y ocho de estatura con pies descalzos. Era Lola con pantalones. Era Dolly en la escuela. Era Dolores cuando firmaba. Pero en mis brazos era siempre Lolita.” 


Mi diversión, mi oficio, mi pasión son los libros. Me encanta comprarlos, tocarlos, mirarlos, hojearlos, leerlos, tenerlos a la mano. Disfruto sentándome frente al escritorio y voltear a mirar los estantes de la biblioteca con libros de todo tipo. Reconozco que estoy orgulloso del caos que existe, porque así leo y así vivo. No sé si tengo muchos libros o apenas los indispensables. Tampoco importa. No he leído todas las maravillas que existen. Supongo que no me interesa. No necesito posar de culto. Para mí los libros son mi otro yo. Leer es mi oficio y mi placer. Nada más. 

Adentrarme en el pensamiento, las vivencias y los sueños de otros. Leo, porque estaba en mí leer. No hay ningún mérito en ello. No me esfuerzo. No me es difícil y menos aburrido. Aunque haya un montón de libros que no se dejan leer. Y qué fama la que tienen. Sin razón alguna distinta a mi capricho, me olvido de algunos libros que permanecen en la biblioteca sin ser vistos o tocados por años y de pronto por no sé qué razón los encuentro de nuevo y los devoro.


Quien nace lector un día empieza a escribir. Se escribe como una continuación natural de la lectura. La necesidad de leer algo de una forma en que otro no lo ha expresado y que uno quisiera que se pudiera leer de esa nueva forma son la necesidad de escribir de todo buen lector. Algunos lectores no tienen la necesidad de escribir. Otros, sí. Soy de los segundos. Me gusta escribir. Escribir es un placer más en mi vida. He tenido suerte en hacer lo que me gusta. Al menos en parte. Y de la escritura me fascina la poesía. Para mí es la manera de expresar la belleza de lo que somos y lo que pensamos. 


 Un poeta no tiene que escribir cada noche los versos más tristes. Un poeta tiene que vivir hasta las últimas consecuencias el instante, la alegría, el dolor, la duda, el amor y la vida. Lo demás viene incluido. Un poeta sólo tiene que vivir. Los versos más tristes siempre pueden esperar. 

La lectura y la escritura son mi tentación y mi vida.

viernes, 25 de abril de 2014

La nueva religión







El ser humano no puede vivir sin religión.
Ahora que las religiones tradicionales han perdido su importancia, el fútbol es la nueva religión con sus ceremonias y rituales, papas y sacerdotes que todo lo explican, un Vaticano que se llama FIFA, jugadores que son adorados como santos, un reba
ño gigante de seguidores llamados aficionados, un eslogan como el „Amaos los unos a los otros“ que se llama Fair Play, que en ambos casos no se practica y como toda religión los dueños del balón van detrás del poder y la plata de los seguidores.

domingo, 20 de abril de 2014

Gabo, Aracataca y la derecha.


Sobre la mezquindad de la derecha y otras infamias:

Escrito por Jorge Montoya:

„Antes de que vuelva a repetir ese estúpido "qué hizo Gabo por Aracataca"... Responda primero quiénes han sido los alcaldes de esa población, quiénes los gobernadores de Magdalena, de qué partidos, qué presupuestos han manejado... y finalmente: ¡a quién corresponde hacer las cosas, a quién le pagan para que lo haga! 

¿O sea qué Falcao o Carlos Vives son responsables de que Santa Marta tenga tan pésima cobertura educativa? ¿los problemas de alcantarillado en Ataco se los anotamos al dr. Patarroyo?... Vuélvanse serios. Cuàntas donaciones a fundaciones, cuántas cosas se echó al hombro Gabo, escuelas de cine, asociaciones de periodistas, de derechos humanos, premios literarios, etc., etc. en eso no me explayaré... sólo recordar lo curioso que resulta observar cómo es la derecha la que mata, roba y mantiene a este pueblo sumido en la pobreza, y tiene el cinismo de decir que los famosos no hacen nada por el país. ¿Con qué autoridad moral lo hacen? ¿acaso ellos impulsan el deporte, la educación o las artes para esperar alguna retribución?... entonces ¿a uno lo persiguen, amenazan, hacen salir al exilio, ponen bombas en las sedes de sus revistas y de nuevo otro largo etc., y ya "exitoso" debe regresar a cubrir la espalda de la inoperancia y corrupción de sus mismos perseguidores, haciendo "cositas" por su pueblo?

Una cosa es justicia y otra muy diferente "caridad"... 

El aporte del Nobel colombiano a su pueblo (y no me refiero siquiera a lo tangible o físico) no tiene parangón alguno en la historia de este país, ninguno. Somos realismo mágico, salgan a la calle y observen, observen por ej., al que persigue una mariposa o un sapo para verle el número del chance, o al que vio la figura de la virgen en una tostada... Gabo no se inventó nada, simplemente fue y contó eso al mundo, universalizó este territorio de magia y vivos... y bobos.

miércoles, 16 de abril de 2014

Amar es tan sencillo





Amar es dejar que el sol nos abrace y florezcamos, es nadar en un remanso de un río al mediodía de un interminable  verano, es reír sin razón alguna y sentir que la vida nos embriaga de felicidad, es bailar cuando la noche cae y los boleros vuelan por el aire, es correr por la arena de la playa a medianoche y desnudarse para nadar en el oscuro mar mientras nuestros cuerpos se unen y se aman, es ver que uno está en la mirada de ella, es sentir al otro como un universo, es descubrir que somos invencibles porque caminamos tomados de la mano. Es despertar y saber que ella duerme tranquila al lado de uno y que al abrir los ojos podré zambullirme de nuevo en sus sue
ños.


Amar es lo único que sé hacer.

martes, 15 de abril de 2014

Colombia, Venezuela y el paraíso



Pretender que el paraíso de los paracos, los corruptos y mafiosos, Colombia, el cuarto país más desigual del mundo, es mejor que la Venezuela de Maduro es un mal chiste:
la represión de Maduro es un juego de niños comparada con la represión del estado colombiano durante los últimos 50 años. En la Venezuela chavista no hay falsos positivos ni la mitad de los coroneles y generales trabajan para la mafia. 
Con todo y Maduro hay en Colombia más pobreza y miseria que en Venezuela. Los boliburgueses son principiantes comparados con nuestros corruptos de siempre o con nuestros 32 senadores parapolíticos recién elegidos. 
Y la manguala de los magistrados, la procuraduría, la contraloría y el ejecutivo para ocultar y distorsionar los delitos de nuestra clase dirigente es peor que lo que pasa en Venezuela. 
Y el maltrato a la oposición es en Colombia peor que en Venezuela: acá el procurador echó al alcalde de Bogotá por ser de izquierda y honesto, en Venezuela, la totalitaria, hay gobernadores y alcaldes de la oposición y hay una oposición que según yo recuerde no sufrió los 5000 asesinatos de la UP. 

En Colombia un derechista patrocinado por delincuentes cambió la constitución para perpetuarse como presidente y sigue tan campante aunque ha sido denunciado cientos de veces por todo tipo de delitos. Peor que en Venezuela. 

Pero eso sí a nuestra economía le va divinamente , aunque a los colombianos les vaya fatal; y somos una democracia de verdad, aunque siempre son los mismos quienes nos desgobiernan.

jueves, 10 de abril de 2014

Una de las cartas que nunca te envié



No quiero huir del amor. No quiero negar lo que siento. No quiero hacer como si no existieras cuando es lo único que quiero. No quiero dejar de quererte. No quiero a nadie distinto a ti. No quiero.

No quiero escribir poemas que no sean para ti. No quiero que otras lean los poemas que son para ti. No quiero pensar en ti y que tú no estés a mi lado. No quiero seguir sin verme en tu mirada. No quiero.

No quiero vivir sin vivir, que es la vida sin ti. Quiero vivir contigo. Te quiero todo el tiempo, a cada momento, en todo lugar. Te quiero.

No quiero seguir viviendo esta muerte eterna que es tu ausencia