viernes, 22 de marzo de 2013

Poemas de Jaime Alberto Vélez











Una muestra de poemas y versos del  poeta colombiano Jaime Alberto Vélez

"De espaldas en la hierba
entre insectos que zumban
bajo la luz dorada de la tarde
como un fruto caído de un árbol:
nada más perfecto he sido"

"“Buscando escapar de ella
has creado su ausencia,
que no te abandonará”

Si quieres
huir de mi corazón
acércate”

Me has hecho
sentir solo
por eso sé que te amo”

Gracias al amor fiel y eterno
he terminado por ser
ese anacoreta que vive
en el desierto de tu corazón”.

He gastado mi vida
a tu lado.
¿Fue acaso odio
lo que nos prometimos?”

Juré amarte por toda la vida;
enloquecido de amor”

Si aprendí a amar
debí preguntar también
la clave del olvido”

Jaime Alberto Vélez.Nació en Yolombó Antioquia, Colombia wn 1950 Poeta, cuentista y novelista. Murió en 2003

29 de enero de 1976







Algún día en cualquier parte indefectiblemente te encontrarás a ti mismo y ésa, sólo ésa, puede ser la más feliz o la más amarga de tus horas“

Pablo Neruda

Cada cierto tiempo, la casa se llena nuevamente de libros amontonados de cualquier manera, de revistas viejas, de recortes de periódicos, de apuntes míos hechos a mano con lápiz en papeles de colores, allí dejo escrito todo lo que cruza por mi mente. Son arrumes de ideas que nunca serán, de tristezas olvidadas, de besos nunca dados, de sueños que nunca fueron, de poemas y textos que nunca deben ser leídos por otros ojos, libros condenados a no ser abiertos. Se han ido acumulando ahí donde fueron olvidados, donde mi mente por última vez los vivió.

Así que de repente me siento ahogar entre tanto desorden de ideas y de objetos de  ideas, de reflejos , de sueños  y de imaginaciones, que tengo que ordenar, archivar o botar. Me convierto en un huracán que desempolva ese desorden muerto en la casa y lo convierto en sillas donde de nuevo se puede sentar la gente, mesitas donde se vuelven a poner floreros, en closets donde las medias pueden esperar su día sin sentirse arrinconadas por los libros, el polvo sale corriendo y trata de volar en vano, pero mi afán de orden lo absorbe con la aspiradora. La caneca se llena de hojas garrapateadas, folletos y periódicos que algún día pensé poder utilizar para alguna historia que nunca fue.

Ordenar la casa -liberarla de mi desorden de lector, de pensador y de soñador- es un viaje hacia mí mismo, hacia esos yos que un día fui. Es un reencontrarme con mi pasado, con mis olvidos, con aquello que pude ser y no fui.

Hoy he terminado sentado en el suelo mirando el montón de papeles y papelitos que he recogido en toda la casa y que tienen algún escrito mío. Los voy separando para botar, para quizá guardar, para leer y por interesantes. Entre los papeles hay unas hojas ya amarrillas por el tiempo con mi letra que no recuerdo haber escrito. Son dos hojas escritas a mano. Desde hace décadas escribo siempre en imprenta y mayúsculas. Quizá porque con letra unida sigo escribiendo como cuando era chiquito.

Les transcribo lo que está escrito en esas dos páginas viejas hasta ahora perdidas en mi olvido.

Jueves, 29 de enero de 1976

En casa hemos comentado el vuelo del Concorde y la arquitectura y el diseño de Unicentro. Poder viajar de Londres y París a Nueva York en tres horas y media es increíble. Unicentro es espectacular. Todo el mundo quiere ir a verlo cuando lo inauguren en abril. Pude verlo, porque nos llevaron de la facultad a los de segundo semestre de arquitectura.

Anoche tuve un sueño extraño. Estaba en Oma de la Quince sentado con unas amigas de la Uni charlando sobre quién sería el amor de la vida de cada uno. Discutíamos sobre si ese amor sería la persona con la que nos casaríamos o si sería otra. La mayoría pensaba que sería la con que se casarían. Yo no. En el sueño decía que podría ser la misma, pero que como todo cambia podría ser otra que por desgracia conociéramos más tarde. A mis amigas no les gustó la idea. Después cada uno dijo cómo pensaba que sería ese amor para toda la vida. Ellas describieron a los hombres que ya les gustaban. Así que yo pensé decirles algo imposible que sucediera: el amor de mi vida está naciendo en este momento en la ciudad de Sevilla y es pelirroja. Me miraron asombradas. Ella hoy está naciendo y es una pelirroja de Sevilla. Imposible me dijeron . En Sevilla no hay pelirrojas. Nos reímos de la idea tan loca.

Por esas razones sin razón de los sueños me volteé a mirar y había un sesentón con el pelo canoso, barba y de espaldas a mí sentado solo en una mesa  junto a la ventana. Escribía con un lápiz en block de papel periódico como los que usamos en la U para hacer borradores de dibujo. No sé porqué el hombre me llamó  la atención, y me dediqué a mirarlo. Le oí decir cosas mientras escribía. Al principio no entendía nada de lo que murmuraba, pero despúes le cogí un par de frases al vuelo.

Mientras escribía, el viejo iba recitando lo que estaba apuntando.
Sé que no volveré de ella; aunque vuelva sin ella“
Estaba escribiendo un poema, pensé en el sueño, y le puse mayor atención. Pero había frases que no escuchaba bien.

Mi vida se quedará con ella, aunque yo siga viviendo“
El viejo no paraba de hablar para sí mismo y de escribir.

Un amor no se repite nunca. Los dos lo sabíamos y nos arriesgamos a vivirlo.“
Nunca había visto cómo un poeta escribía un poema. Tenía curiosidad por verle la cara.

Por supuesto perdimos. Pero por una eternidad -salvo nosotros- nada nos importó.“
Por un momento pensé que el viejo se había dado cuenta de que lo estaba observando. Pero siguió escribiendo.

Cuando pienso en ella, la tristeza se enamora de mí, me duele por todo el cuerpo, pero sé que valió la pena“

Ahora sí, el viejo se volteó a mirarme. Se ha dado cuenta de que lo miro. Me pongo colorado de la pena.

Al mirarnos a los ojos lo comprendemos todo. Sé que él soy yo de viejo y él se ha reconocido en mí cuando era joven. No puede ser. No entiendo nada. Cierro los ojos por un momento para entender lo que me ha pasado. Mi corazón late a mil. Al abrir los ojos no hay nadie. Ni siquera mis amigas. Estoy solo en medio del sueño. He tenido una cita conmigo mismo.“


Estoy asombrado. Parece una burla de la vida. Un olvido tan olvidado aparece de pronto frente a mí y me transporta al pasado para mostrarme el presente. Es increíble. Pero los datos concuerdan. Por esos días fue el primer viaje del Concorde a Nueva York. También la inauguración de Unicentro, que fue el primer centro comercial estilo mall americano en Bogotá y Colombia. Y Oma de la 82 era el sitio play de esos tiempos. Aun recuerdo que en la esquina norte de la cuadra estaba Panfino -todavía existe- donde comprábamos roscones recién hechos, cuando nos escapábamos del colegio; al sur estaba una cigarrería y ultramarinos de unos españoles, donde se podían comprar productos extranjeros. Ahí compré muchos chocalates Cadburry para mis amores de colegio. Los edificios eran todavía de apartamentos. La quince era „la calle“ de ese entonces. Todavía era de doble vía y todo sucedía entre el Lago con su cine y sus gaseosas Kist de uva y de limón -las gaseosas más delis del mundo-; e iba hasta la esquina de la 90 donde estaba un almacén de discos Bambuco. Los apuntes del diario concuerdan con la realidad. Sin embargo, soy incapaz de acordarme de ese día en particular.

No recuerdo el sueño ni haberlo escrito alguna vez. Debe ser mi imaginación que se burla de mí, pero ahí están esas dos páginas amarrillas escritas con mi letra. Por mi mente pasan las palabras de la dedicatoria que me hizo Víctor Paz Otero de su libro „Textos de la sombra“: „Todo encuentro casual es una cita prevista“.

La vida, los sueños y yo no acabamos nunca de sorprendernos.

martes, 12 de marzo de 2013

La tristeza que soy




Siento la tristeza por todo el cuerpo. Es una sensación de cosquilleo que presagia angustia, dolor y llanto. Una expectativa de algo malo por venir. Ganas de suspirar, de huir.

La tristeza es una especie de muerte irremediable.

La tristeza es una ausencia. Mi cuerpo es un mar de hormigas que caminan mi piel dejándome el dolor del silencio. Mis ojos se llenan de lágrimas. 


El cuerpo entero se siente débil, frágil. Soy vulnerable como si estuviera en carne viva frente a la vida. La tristeza es un beso por adelantado de la muerte, de la nada. La tristeza nos roba las ganas de vivir, nos deja tirados al borde de un precipicio. 

La tristeza no es un instante, es mucho más. Se instala a vivir nuestra agonía. La tristeza es una visita que nunca quiere irse.

Te siento vivir en todo lo que soy, y no estás; ésa es mi tristeza, mi profunda tristeza, mis ganas de llorar.

Eres mi tristeza.

viernes, 8 de marzo de 2013

Sólo vale la pena vivir para vivir


"Vivir para vivir.
Sólo vale la pena vivir para vivir.
Para vivir.
Sólo vale la pena vivir para vivir."


Joan Manuel Serrat



Dudo de lo que dicen los demás. No existe la verdad. Existe la realidad. No existe la libertad. Existe la realidad. No existe un dios. Existo yo. Sólo yo. Soy el principio y fin de la existencia. Al menos, de mi existencia. Si no existo, no existe nada. Así que soy lo más valioso que tengo. Soy lo único que poseo. Así que no pierdo el tiempo en lo que no me interesa.

Nada ni nadie nos determina. Somos lo que hacemos. Pero la libertad tampoco existe. Hemos creado un mundo de palabras bonitas que expresan más de lo que somos, más de lo que podemos ser o hacer. La realidad nos asume y nos consume. Somos juzgados por términos abstractos que no significan nada para la realidad. Se nos exigen imposibles, máximas ilógicas e irreales. Somos el resultado de otros que proyectan en nosotros sus propias frustraciones. Nos persiguen con deber ser y no nos quieren dejar ser, que es lo único que podremos hacer en esta vida. Huyo mientras puedo de los otros. Ellos nos hacen la vida imposible. Quieren que hagamos lo que ellos no pueden. Mienten para manipular, para lavar el cerebro. No quieren que sea alguien con criterio propio. Es mejor estar solo a mal acompañado.

Para morir sólo se necesita estar vivo. No vale la pena perder el tiempo con la muerte. Dejemos que cuando llegue nos abrace con fuerza y nos ahogue entre sus brazos lo más rápido posible. La muerte es una compañera de baile para la última pieza, para el baile del adiós. Nada más. Es inútil preocuparse por lo que ha de suceder irremediablemente. La negación de nosotros está en la cara de la muerte. Le tenemos miedo. Ella no siente nada por nosotros. Es el olvido, es lo que ya no será, es el silencio, es la nada. La imagino como una noche oscura donde los ojos nunca logran percibir ni la más tenue luz y de repente se enciende un fósforo para prender un cigarrillo y se ve como alguien aspira una bocanada de humo y luego con un movimiento fuerte de la mano apaga el fósforo. La luz del tabaco quemándose en la punta del cigarrillo se mueve en la oscuridad dejando rastros de luz que se desvanecen y de pronto ese alguien apaga el cigarrillo y quedamos de nuevo en la absoluta negrura de la nada. Así es la vida y su muerte. No importa, salvo a nosotros. Aunque nunca sabremos que estamos muertos. Lo último que intuiremos será nuestra agonía. El mundo no se acabará con nuestra ausencia. El resto de la humanidad se levantará temprano y seguirá viviendo sin siquiera saber que existimos alguna vez. Así que no vale la pena darle vueltas a lo que no tiene solución. Corro mientras puedo, vivo a plenitud o como me da la gana. Lo hago sin dudar, sin pensar en las consecuencias. La única responsabilidad que tengo es conmigo mismo. Soy consecuente conmigo.

Es mejor estar solo a esperar a que los otros sigan conmigo. La vida es lo que haga de ella. No hay destino, ni libre albedrío. Sólo mis acciones cuentan. Eso es la vida. Lo demás es quietud y muerte. 

Cada día al despertarme sé que sólo vale la pena vivir para vivir.
 


jueves, 7 de marzo de 2013

Ella era del color del caramelo







Al llegar a la laguna me senté al borde y me dediqué a observar los árboles en busca de algún colibrí mientras esperaba a Marlén.

Ella y yo teníamos la misma edad y nos conocimos a los quince años. Veníamos de mundos tan distintos. Éramos dos planetas que se encuentran en el espacio y colisionan creando una explosión de sensaciones, emociones y deseos que nos cubrieron hasta dejarnos exhaustos. Ella era del color del caramelo. Ella tenía un sabor dulce, salvaje y tierno a la vez. Ella era una incógnita para mí. Su cuerpo era redondo. Sus tetas duras y felices de estar en mis manos. La piel tibia y fuerte de las campesinas. Un olor a flor del campo. Cuando me miraba se reían sus ojos, su boca y el cuerpo. Ella me tomó por sorpresa y porque me deseaba. Era sencilla y práctica. Era todo lo que yo no era. Yo leía poesía y libros de historia. Me encerraba en mi cuarto y soñaba con los ojos abiertos durante horas. Me iba a mundos donde yo era héroe o villano. Protagonizaba guerreros, deportistas, cantantes o políticos. Mamá decía que yo vivía en otro mundo. Mis hermanas me llamaban Otromundo. Intentaba copiar sin ningún éxito a los poetas que leía. Yo quería ser escritor, pero no lograba escribir nada. A veces escribía una página a máquina y luego me daba cuenta de que había errores de ortografía o me había comido letras o había dejado dos o más palabras pegadas. Me daba pereza seguir escribiendo, pues eso de corregir todo el tiempo hasta que me saliera una hoja perfecta era un trabajo imposible para mí. Después de intentarlo varias veces, decidí que era mejor soñar despierto. Escribir lo que imaginaba en mi mente y archivarlo. Escribía en el aire para placer mío. No sé si era la más absoluta pereza o egoísmo. Pero así pasé a ser un escritor virtual, con un sólo lector: yo mismo y con una obra que desaparecía al volver a la realidad.

Marlén venía caminando despacio con un vestido claro estampado con flores, sin mangas y un escote que dejaba ver el comienzo de la felicidad. Yo corrí hacia ella y la abracé con fuerza. Ella me correspondió. Olí su pelo y la mire. Yo veía en ella todo lo que en ese momento quería. Me beso con pequeños mordiscos mientras deslizaba su lengua por mis labios. Le gustaba cogerme el trasero y apretarlo con fuerza. Ese día no fue la excepción. Nos echamos en el prado y nos desnudamos casi sin darnos cuenta. El deseo de los dos era mayor que la conciencia. Dejábamos que la naturaleza hiciera estragos en nosotros y recogíamos plenos de placer el cuerpo entregado del otro. Después de muchos ires y venires y del afán de hacer el amor hasta morir, resucitábamos en brazos del otro para querernos con las palabras y las caricias.

-Yo nunca he querido tanto a alguien como a usted- le dije mientras rozaba con suavidad su cachete colorado por el exceso y la pasión.
- Será que nunca ha querido a nadie.
-Será, mas bien, que sí.
-No le creo.
-Sí me cree- le contesté mientras le sonreía.
-Sí le creo y lo quiero por eso- me respondió mientras me tomaba la cara entre sus manos y me besaba con esa forma tan de ella de medio abrir los labios y de morderme el labio casi como un roce y buscar con su lengua mi lengua y jugar a que sí y a que no.
-La quiero mucho, poesía mía. Mi Marlén llegada del cielo. Mi sueño hecho realidad.
-No empiece con eso. No debe soñar. Los sueños destruyen todo. Esto es la realidad. Nuestra verdad. Su querer y el mío. Usted me gusta y yo le gusto. Nos deseamos y nos amamos. Es el ahora, Xabier. Nada más.
-Nada más, ni nada menos que la felicidad- le dije un poco molesto. No me gustaba la realidad y que ella fuera más inteligente que yo. O más práctica y sensata. Sabía que era un amor imposible, o casi. Por muy liberal que mi familia fuera, no estarían nada felices de vernos de novios. Una cosa es una cosa y otra que yo saliera con alguien tan diferente a ellos. Y yo tal vez pensaba igual a ellos. No me gustó para nada ese pensamiento y la abracé con fuerza.
-En qué está pensando?
-Estaba pensando en que me gustaría que este momento nunca se acabara. Que usted no se tenga que devolver para su casa y yo para la mía- mentí con descaro, aunque lo que le dije era cierto, no quería que lo nuestro terminará nunca. Al menos, eso creí en ese instante. O, quizá, sólo lo quise creer.
-Deje de pensar en lo que no es. Deme un beso y nos vamos a nadar.
-Sí, señora- le contesté haciendo el saludo militar. Ella se rió y me dio un empujón. Desnuda era maravillosa. Yo me quedé embobado mirándola. No hay nada más electrizante que el cuerpo de una mujer. Dios, me voy a morir de placer, de arrechera.
Nadamos plácidos en las aguas frías de la laguna. Se oían los ruidos del bosque acompañándonos entre los árboles. Yo pensaba que mi amor por ella no era como el de Efraín por María, sino más bien como el de Arturo Cova por Alicia. La María de Jorge Isaacs y La Vorágine eran los libros que más me habían gustado de los que teníamos que leer para el colegio. Aunque yo no era el héroe trágico de La María ni el de La Vorágine. Yo no servía para eso. Quería ser feliz y vivir cada minuto, cada instante mientras respirará. No pensaba ni en el ayer ni en el mañana, sólo existía el presente. Éste me miraba desde los ojos dorados de Marlén. Nadé hacia ella y la besé. La miré y la volví a besar. La besé muchas veces. Hasta que ella se volteó y nadó hacia la orilla.

martes, 5 de marzo de 2013

Tu ausencia me da de repente





Tu ausencia me da de repente; así sin previo aviso. Y duele muchísimo. Es como un vértigo de dolor que recorre todo mi cuerpo y me grita que me haces falta, demasiada falta. Tu ausencia me duele tanto que casi me olvido de que no puedo hacer nada para evitarlo. Que no tiene remedio. Soy una derrota completa cuando tu ausencia me da.

Ya sé que si volvieras, no serías la tú de antes. Serías otra que lleva en sí la tristeza y el dolor. Yo acá, también llevo un montón de tristeza y de dolor. Y tu ausencia que no deja de darme en el momento menos pensado sin importarle si estoy ocupado o no tengo tiempo para ella, me deja sin aliento, sin ganas ni de caerme muerto.

Sería capaz, lo sé, de aceptar lo inaceptable con tal de no sentir esta ausencia tuya. No me da la gana ser fuerte cuando me siento vencido. Quiero pedir clemencia, lo que sea con tal de que pare tu ausencia.
Me duele todo el cuerpo y toda mi alma de ateo con esta ausencia tuya que se devora mi vida sin cesar.

Porque tu ausencia es también mi ausencia. Es dejar para siempre atrás lo que fuimos; y que de alguna manera se aferra a mí a cada instante.
Estoy derrotado una vez más por tu ausencia. Y no tiene remedio.

Debo sonreír al mundo, al día y a la noche mientras tu ausencia no me deja ni respirar. Me estoy ahogando de tristeza en un mar de olvido, y no sé nadar contra tu ausencia.

Tu ausencia me va a acompañar durante muchas tristezas. Un nudo de ausencias en mi garganta me ahoga las ganas de vivir.